Hoy se conmemora el 123° aniversario del nacimiento de Roberto Arlt, uno de los escritores y periodistas más influyentes y singulares de la literatura argentina. Nacido el 26 de abril de 1902 en el barrio porteño de Flores, Arlt supo captar como pocos el pulso contradictorio de la ciudad, sus obsesiones, miserias y sueños rotos. Autor de novelas fundamentales como Los siete locos y El juguete rabioso, y de la emblemática serie de crónicas Aguafuertes porteñas, fue un observador ácido y lúcido de la sociedad urbana en transformación.
Hoy, su obra sigue vigente por su modernidad, su crudeza y su profunda capacidad para revelar lo oculto tras las máscaras de la vida cotidiana.
Una voz ajena al canon
Roberto Arlt nació en una familia de inmigrantes: su padre era prusiano y su madre italiana. La infancia estuvo marcada por la rigidez paterna, las dificultades económicas y una relación distante con el sistema educativo, del cual fue expulsado en varias ocasiones. Su formación fue, en gran parte, autodidacta: devoraba libros de ciencia, filosofía, novelas de aventuras y folletines policiales.
Esa combinación de experiencias —la calle, el taller, la lectura, el trabajo precoz— forjaría su estilo inclasificable: una literatura que no se ajustaba a las normas del “buen gusto” académico, pero que era capaz de capturar como ninguna otra la crudeza del mundo moderno.
El novelista de los márgenes
La obra de ficción de Arlt es breve pero fundamental. Su primera novela, El juguete rabioso (1926), relata las frustraciones de Silvio Astier, un adolescente que fracasa en sus intentos por escapar de la mediocridad que lo rodea. La novela está atravesada por el desencanto, la violencia y una búsqueda febril de sentido, elementos que se repetirán en sus textos posteriores.
Pero fue con Los siete locos (1929) y su continuación, Los lanzallamas (1931), donde Arlt rompió definitivamente con las formas establecidas de la narrativa argentina. Allí aparece su personaje más icónico, Remo Erdosain, un inventor frustrado, angustiado por la mediocridad y seducido por un proyecto delirante de revolución. En estas novelas, Arlt construyó un mundo poblado de conspiradores, místicos, estafadores y visionarios urbanos, que anticipa tanto la novela psicológica moderna como el realismo alucinado del siglo XX.
Esa visión oscura y desesperada de la sociedad contrastaba con el idealismo de otros escritores de su tiempo. Mientras la elite literaria hablaba del “ser nacional”, Arlt mostraba la ciudad neurótica, el submundo de pensiones, cafés oscuros y talleres humeantes.
El periodista implacable
A partir de 1928, Arlt comenzó a escribir para el diario El Mundo, donde publicó casi diariamente sus «Aguafuertes porteñas», una serie de crónicas urbanas que lo convirtieron en un cronista agudo, irónico y profundamente humano. En esas columnas, Arlt abordaba temas tan diversos como la política, la hipocresía social, la educación, la pobreza, el amor, el trabajo y la burocracia.
Su estilo era directo, sin filtros ni pretensiones retóricas. No temía incomodar. Denunciaba, se burlaba, se indignaba y a veces se enternecía. Las aguafuertes lo convirtieron en el primer gran periodista moderno argentino, cercano al pueblo, al trabajador, al que vivía en carne propia las contradicciones de una ciudad que crecía sin rumbo fijo.
Como él mismo escribió: “No he venido al mundo para pasar la vida suavemente. He venido a gritar lo que duele.”
Un legado cada vez más vigente
Roberto Arlt murió joven, en 1942, a los 42 años. Su muerte temprana no le impidió dejar una obra influyente, admirada por escritores como Ricardo Piglia, César Aira, Osvaldo Lamborghini y Fogwill. Durante mucho tiempo, su figura fue menospreciada por el canon literario que priorizaba la prosa limpia y la elegancia formal. Sin embargo, con el correr de las décadas, Arlt fue reivindicado como un precursor, un narrador que anticipó los grandes temas del siglo XX: la alienación, la violencia, la locura, el poder y la desesperación urbana.
Sus novelas siguen siendo leídas, adaptadas al cine, al teatro y a la televisión. Las Aguafuertes, reeditadas en múltiples ocasiones, todavía sorprenden por su actualidad. Su voz se levanta como un eco incómodo pero necesario: la del que observa sin concesiones, la del que incomoda con verdades difíciles de digerir.
Un centenario con resonancia actual
En este nuevo aniversario de su nacimiento, diversas instituciones culturales, bibliotecas y universidades organizan lecturas públicas, seminarios, exposiciones y homenajes en honor a Arlt. Desde su barrio natal de Flores hasta los cafés literarios del centro, su figura es recordada como la de un escritor que no pidió permiso, que no encajó en moldes, y que aún hoy sigue interpelando a lectores de todas las generaciones.
Roberto Arlt no fue un autor complaciente. Fue, como dijo alguna vez el propio Piglia, “el que escribió desde el margen para el centro”. Y lo hizo con una honestidad brutal, con una mirada que sigue revelando el costado oscuro —y profundamente humano— de nuestra identidad urbana.
Hoy, a 123 años de su nacimiento, su obra sigue latiendo con la fuerza de lo necesario. Arlt vive en cada lector que se atreve a mirar sin filtros, y en cada escritor que, como él, decide escribir para incomodar, para denunciar y para soñar con otra realidad.