Hace exactamente 155 años, el 11 de abril de 1870, fue asesinado en su residencia de Concepción del Uruguay el general y expresidente argentino Justo José de Urquiza, una de las figuras más influyentes del siglo XIX. Su muerte marcó el trágico final de un ciclo político y simbolizó el colapso de un estilo de liderazgo que había modelado los destinos de la Confederación Argentina en sus años fundacionales.
Urquiza fue asesinado por un grupo de hombres armados que irrumpieron en el imponente Palacio San José, su residencia y centro de poder en Entre Ríos. La emboscada no solo le costó la vida, sino que también terminó con la de dos de sus hijos. El crimen, ejecutado por seguidores del caudillo Ricardo López Jordán, se inscribió en un contexto de fuerte inestabilidad política y marcó el inicio de una nueva etapa en la historia argentina.
Del campo de batalla a la presidencia
Nacido el 18 de octubre de 1801 en Entre Ríos, Justo José de Urquiza fue militar, caudillo, político y estadista. Supo ganarse el respeto de sus contemporáneos por su capacidad de liderazgo, su inteligencia estratégica y su visión federal. Durante décadas, fue una figura clave en las luchas internas que desgarraron al país en el siglo XIX.
Inicialmente aliado del gobernador bonaerense Juan Manuel de Rosas, Urquiza terminó enfrentándolo cuando consideró que su poder era un obstáculo para la organización nacional. En 1851 lanzó el llamado «Pronunciamiento de Entre Ríos», y al año siguiente, al frente del Ejército Grande, derrotó a Rosas en la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852.
Con Rosas fuera del poder, Urquiza convocó al Congreso Constituyente que dio origen a la Constitución Nacional de 1853, un paso fundamental para la organización institucional de la República. Fue elegido primer presidente constitucional del país y gobernó entre 1854 y 1860. Bajo su mandato se consolidaron las bases del Estado moderno: se establecieron relaciones exteriores, se fomentó la inmigración, se desarrollaron obras públicas y se impulsó la educación.
El ocaso del poder
Tras dejar la presidencia, Urquiza volvió a Entre Ríos, donde se mantuvo como una figura poderosa. Gobernador de su provincia en varias ocasiones, ejercía una autoridad informal sobre vastos sectores del federalismo del interior. Sin embargo, su liderazgo comenzó a generar tensiones con las nuevas corrientes políticas y con otros caudillos que veían en él una figura del pasado.
Entre ellos se destacaba Ricardo López Jordán, joven líder entrerriano que aspiraba a encabezar una nueva etapa del federalismo, más radical y combativo. López Jordán cuestionaba a Urquiza por su presunta connivencia con el gobierno central de Buenos Aires y por haber abandonado los principios más duros del federalismo histórico.
El conflicto entre ambos escaló rápidamente. Urquiza, ya retirado de la política nacional activa, no logró frenar el ascenso de López Jordán ni desactivar las conspiraciones que se tejían a su alrededor.
El asesinato en el Palacio San José
El 11 de abril de 1870, un grupo de hombres armados liderados por el coronel Simón Luengo, y vinculados a López Jordán, ingresó al Palacio San José, a unos 30 kilómetros de Concepción del Uruguay. Allí asesinaron a Urquiza y a dos de sus hijos, Justo y Ramón, frente a sus familiares y allegados. El crimen se cometió con una frialdad que estremeció al país.
La noticia del asesinato conmocionó a la Argentina. La figura de Urquiza, aunque discutida, era vista como símbolo de la institucionalidad y de la transición entre el país de los caudillos y la nación organizada. Su muerte fue interpretada como un retorno a la violencia de los años anteriores a la Constitución.
En respuesta, el gobierno nacional declaró a López Jordán enemigo de la Nación, dando inicio a la llamada “Rebelión jordanista”, un conflicto armado que se prolongó durante varios años y que terminó con la derrota de los últimos levantamientos federales.
Legado y memoria
Justo José de Urquiza fue una figura central en la construcción de la Argentina moderna. Su rol en la organización nacional, su visión federal y su habilidad para transitar entre el campo de batalla y los salones de gobierno lo convierten en uno de los grandes estadistas del siglo XIX.
Su residencia, el Palacio San José, se convirtió en monumento histórico nacional y hoy funciona como museo. Allí, entre mobiliario original y documentos históricos, se puede seguir el recorrido de una vida marcada por la acción, la ambición política y el sueño de un país federal.
A 155 años de su asesinato, la figura de Urquiza sigue generando debates, pero también respeto. Su vida encarna las tensiones fundacionales de la Argentina: entre caudillos y leyes, entre provincias y Buenos Aires, entre la lanza y la pluma. Su muerte violenta no logró borrar su legado, que aún late en la historia institucional del país.
Urquiza cayó por la traición de sus propios comprovincianos, pero su proyecto de nación sobrevivió. Hoy, su memoria sigue siendo parte del entramado profundo de la historia argentina.