Se cumplen 31 años del atentado contra la sede de la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina), uno de los hechos más trágicos de la historia contemporánea del país y el mayor ataque antisemita ocurrido en Argentina. El atentado, perpetrado en 1994, dejó un saldo de 85 personas asesinadas y más de 300 heridas, además de una herida social que aún permanece abierta.

En cada aniversario, familiares de las víctimas, sobrevivientes, organismos de derechos humanos, dirigentes comunitarios, funcionarios y ciudadanos se reúnen para rendir homenaje a quienes perdieron la vida y renovar el reclamo por memoria, verdad y justicia, tres pilares que se repiten cada 18 de julio desde aquella mañana fatídica que sacudió a Buenos Aires y al mundo.

18 de julio de 1994: la mañana en que todo cambió

A las 9:53 de la mañana, una camioneta Renault Trafic blanca cargada con explosivos explotó frente al edificio de la AMIA, ubicado en Pasteur 633, en el barrio porteño de Once. La onda expansiva destruyó completamente la sede de la mutual judía y provocó daños en varias manzanas a la redonda. El atentado fue dirigido contra la comunidad judía, pero golpeó a toda la sociedad argentina.

La imagen del edificio reducido a escombros, los bomberos rescatando sobrevivientes, los vecinos ayudando entre el polvo y el horror, y los nombres de las víctimas comenzaron a formar parte de una memoria colectiva que, con el paso de los años, se volvió símbolo del reclamo permanente frente a la impunidad.

Tres décadas de impunidad

Desde 1994, la investigación del atentado ha estado marcada por irregularidades, encubrimientos y cambios de rumbo judiciales que han obstaculizado la posibilidad de esclarecer los hechos y condenar a los responsables materiales e intelectuales. A lo largo de los años, se sucedieron fiscales, jueces y gobiernos, pero ningún responsable fue condenado por el crimen.

En 2005, el entonces presidente Néstor Kirchner reconoció oficialmente la responsabilidad del Estado en el encubrimiento de la causa. Ese mismo año se creó la Unidad Fiscal AMIA, destinada exclusivamente a investigar el atentado. En 2015, el fiscal Alberto Nisman, a cargo de esa unidad, fue hallado muerto en circunstancias aún no esclarecidas, luego de haber denunciado un presunto encubrimiento del atentado por parte de autoridades nacionales. Su muerte sumó otra capa de gravedad y complejidad al entramado de la causa.

Hoy, más de tres décadas después, los familiares de las víctimas continúan esperando justicia, acompañados por organizaciones como Memoria Activa, Familiares y Amigos de las Víctimas, y la agrupación 18J, entre otras.

Actos y homenajes

Cada 18 de julio, la comunidad judía argentina —una de las más numerosas fuera de Israel— y amplios sectores de la sociedad se reúnen frente al edificio reconstruido de la AMIA para realizar un acto en homenaje a las víctimas. Este año, como en los anteriores, se mantuvo el minuto de silencio a las 9:53, exacto momento del atentado, seguido por la lectura de los nombres de las 85 personas asesinadas.

En su discurso, el presidente de la AMIA, Amos Linetzky, expresó: “Después de 31 años, seguimos preguntando lo mismo: ¿Quién y por qué? No hay olvido posible cuando la justicia no llega. Recordamos a nuestros muertos con el compromiso intacto de exigir la verdad”.

También participaron autoridades nacionales, representantes de organizaciones sociales, embajadas y referentes de distintos credos. El acto, como siempre, fue transversal y plural, recordando que el terrorismo y el odio no tienen fronteras ni identidades únicas: afectan a toda la humanidad.

Un símbolo que interpela

El atentado a la AMIA no fue solo un ataque contra una comunidad, sino contra los valores de convivencia, diversidad y paz. A lo largo de los años, la causa se convirtió en un símbolo de la lucha contra la impunidad en la Argentina. Las nuevas generaciones, nacidas después de 1994, han sido interpeladas a través de la educación, la cultura y la militancia de la memoria para mantener viva la pregunta por la justicia.

Museos, escuelas, universidades y centros culturales organizan cada año jornadas de reflexión, talleres y actividades artísticas en torno a la memoria del atentado. La consigna es clara: recordar no es mirar hacia atrás, sino comprometerse con el presente y el futuro.

Un compromiso que continúa

A 31 años del ataque, el reclamo por justicia sigue siendo un llamado a la conciencia colectiva. La AMIA, reconstruida en el mismo lugar donde fue destruida, se mantiene como un faro de la comunidad judía, pero también como símbolo de resiliencia y dignidad frente al horror.

Hoy, como cada 18 de julio, los nombres de las víctimas resuenan en las calles, en los actos, en la memoria pública. Porque como repiten sus familiares: «El tiempo pasa. La impunidad, no.»

julio 18, 2025