Un día como hoy, en 1943, veía la luz por primera vez una obra que con el tiempo se convertiría en uno de los libros más traducidos, leídos y queridos de la historia: “El Principito”, del escritor y aviador francés Antoine de Saint-Exupéry. Publicado originalmente en Nueva York, en idioma inglés y francés, el libro no tardó en cruzar fronteras, edades y generaciones, para instalarse en el corazón de millones de lectores alrededor del mundo.

A 82 años de su aparición, “El Principito” sigue vigente, no solo como una pieza literaria entrañable, sino como una fábula filosófica profunda, que habla con sencillez sobre la amistad, la soledad, el amor, la pérdida y el sentido de la vida. Su mensaje universal trasciende idiomas y culturas, y su figura —el niño de cabellos dorados que viaja de planeta en planeta— se ha vuelto un ícono de la literatura y la sensibilidad humana.

Un libro escrito desde el exilio

Antoine de Saint-Exupéry escribió “El Principito” en Estados Unidos, donde se encontraba exiliado tras la ocupación nazi de Francia durante la Segunda Guerra Mundial. El libro fue publicado por la editorial Reynal & Hitchcock en Nueva York el 6 de abril de 1943, con ilustraciones del propio autor, quien acompañó el relato con acuarelas que se volvieron tan emblemáticas como su texto.

Aunque la obra fue escrita como un cuento infantil, desde el principio fue percibida como una reflexión para adultos, cargada de melancolía, esperanza y crítica al mundo moderno. La historia del aviador que cae con su avión en el desierto del Sahara y allí conoce a un pequeño príncipe llegado de otro planeta, es en realidad una excusa para hablar de temas profundos con la inocencia como lenguaje.

En Francia, el libro no se publicó hasta después de la guerra, en 1946, ya que durante el régimen de Vichy la obra de Saint-Exupéry había sido prohibida.

Un fenómeno global

Desde su publicación, “El Principito” no ha dejado de crecer en popularidad. Traducido a más de 500 idiomas y dialectos, es uno de los libros más editados y vendidos del mundo, con más de 200 millones de copias distribuidas.

La historia ha sido adaptada al cine, al teatro, a la ópera, a la animación, y ha dado lugar a museos, parques temáticos, obras musicales y productos culturales de toda índole. Pero más allá de su comercialización, el núcleo de su mensaje sigue intacto: lo esencial es invisible a los ojos.

Personajes como el zorro, la rosa, el rey, el farolero, el geógrafo o el bebedor, se han convertido en símbolos del pensamiento existencial y humanista que propone la obra. El zorro, por ejemplo, enseña al Principito el valor del vínculo: “Uno solo conoce bien lo que domestica. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas en las tiendas. Pero como no existen tiendas de amigos, los hombres ya no tienen amigos”.

El autor detrás del mito

Antoine de Saint-Exupéry fue mucho más que el autor de “El Principito”. Nacido en Lyon en 1900, fue piloto, explorador, periodista y escritor. Su experiencia como aviador marcó profundamente su obra, desde Correo del Sur hasta Vuelo nocturno y Tierra de hombres. En sus escritos, la aviación aparece como metáfora del riesgo, el descubrimiento y la soledad.

En 1944, un año después de la publicación de “El Principito”, Saint-Exupéry desapareció en una misión de reconocimiento sobre el Mediterráneo. Tenía 44 años. Su cuerpo nunca fue recuperado, y su avión fue hallado décadas más tarde frente a las costas de Marsella. Su muerte temprana alimentó el mito del autor romántico, idealista, valiente y solitario.

La historia del Principito, que comienza con un avión caído en el desierto, se volvió entonces doblemente simbólica: fue la despedida poética de un hombre que voló tanto en la realidad como en la imaginación.

Un libro para siempre

A 82 años de su publicación, “El Principito” sigue siendo leído en escuelas, regalado en cumpleaños, citado en redes sociales y estudiado en universidades. Su poder reside en su aparente simpleza, que esconde una mirada profunda sobre el mundo moderno: el absurdo del trabajo sin sentido, la lógica del consumo, la vanidad, la pérdida del asombro, la desconexión entre adultos y niños.

Es, además, una obra que cambia con el lector. Quien lo lee a los ocho años no entiende lo mismo que quien lo relee a los treinta, los cincuenta o los setenta. Cada etapa de la vida encuentra un nuevo significado en sus páginas, como si el libro madurara con nosotros.

“El Principito” no es un libro que se agota: es una brújula emocional, un espejo delicado que nos recuerda lo que vale la pena. A través de su lenguaje poético y su ternura, nos obliga a detenernos y a preguntarnos, una y otra vez, quiénes somos, qué nos importa, a quién amamos, qué hemos domesticado.

Hoy, en este nuevo aniversario de su publicación, más que celebrarlo como un clásico, lo celebramos como un compañero de ruta. Porque si hay algo que “El Principito” nos enseñó, es que lo esencial no está en los números ni en las posesiones, sino en la capacidad de mirar con el corazón.

Y eso, 82 años después, sigue siendo una revolución.

abril 6, 2025