La historia de la dictadura argentina y sus heridas sigue escribiéndose con capítulos de memoria, justicia y reparación que, pese al paso de los años, se resisten a ser borrados. En un acto que representa un hito más en la lucha por la verdad, las Abuelas de Plaza de Mayo anunciaron la restitución de la identidad de la Nieta 139. La joven, hija de Noemí Macedo y Daniel Alfredo Inama, secuestrados en noviembre de 1977, fue hallada tras décadas de búsqueda, en un contexto marcado por el avance del negacionismo oficial y el debilitamiento de las políticas de derechos humanos en Argentina.

La noticia fue celebrada con emoción en la Casa por la Identidad, un espacio emblemático donde la memoria se convierte en compromiso. Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas, bajó las escaleras con una sonrisa radiante, consciente de que este hallazgo no solo significa un encuentro personal, sino una reafirmación de que «inexorablemente la verdad sobre los crímenes de la dictadura sigue saliendo a la luz». A su lado, Buscarita Roa, vicepresidenta de la organización, y varios nietos restituidos, entre ellos Victoria Montenegro, Andrés La Blunda y Miguel Santucho, acompañaron este momento histórico.

La Nieta 139 estaba por cumplir 47 años cuando se confirmó su identidad a partir de denuncias anónimas que llegaron a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi). La joven accedió a realizarse los estudios genéticos en el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), y la confirmación llegó mientras se encontraba de vacaciones en el exterior, un dato que refleja la dimensión de esta búsqueda: la vida sigue, pero la verdad también aflora.

Ramón Inama, hermano de la joven, fue el encargado de dar testimonio en la Casa por la Identidad. «Es un acto de justicia, un acto de reparación», aseguró emocionado, evocando la lucha constante que han sostenido como familia y comunidad. «Hoy sabemos un poco más quiénes somos, no solo ella, sino todos y todas, porque a veces la realidad nos pasa por encima y otras veces nos regala un abrazo, una certeza, una alegría de que el mundo y este país es un lugar de encuentro», agregó, enfatizando el poder restaurador que tiene el reconocimiento de la identidad robada.

Un pasado marcado por la represión

Daniel Alfredo Inama nació en La Plata el 12 de noviembre de 1951. Apasionado por el club Estudiantes, era conocido por sus amigos como Pablo, Pelado o Loco. Militante del Partido Comunista Marxista Leninista (PCML), fue parte de un grupo político que sufrió duramente la represión del terrorismo de Estado. Antes de su militancia política, Daniel trabajó como colectivero y tuvo dos hijos de relaciones anteriores, Ramón y Paula.

Noemí Macedo, por su parte, nació el 8 de febrero de 1955 y cursó sus estudios en colegios católicos de Mar del Plata, ciudad donde conoció a Daniel. A diferencia de su esposo, su militancia política fue más discreta, pero igualmente comprometida. Se encontraban juntos en noviembre de 1977, cuando ambos fueron secuestrados por las fuerzas de seguridad en plena dictadura. En el momento de su detención, Noemí cursaba un embarazo avanzado de seis o siete meses.

Los relatos de sobrevivientes y testimonios reconstruidos durante los juicios posteriores indican que ambos fueron trasladados al centro clandestino conocido como Club Atlético, en la zona porteña del Bajo, antes de ser llevados al Banco, otro centro de detención ilegal. Allí nació su hija, cuya identidad fue ocultada por los represores. El Tribunal Oral Federal 5 (TOF 5) en el juicio conocido como Jefes de Área pudo identificar, a partir de diversas pruebas, la participación del aparato represivo en el secuestro y desaparición de Daniel y Noemí, y la apropiación ilegal de su hija.

La familia Macedo fue diezmada por completo por la dictadura: el padre de Noemí, Laudelino Macedo, albañil y militante comunista, fue secuestrado semanas antes que la pareja. Su hermana Gloria Nelly Macedo, junto a su esposo y su hija, también sufrieron la represión y la desaparición forzada. La violencia sistemática dejó profundas heridas, con miles de desaparecidos y cientos de bebés robados.

La búsqueda y la resistencia

La historia de la Nieta 139 no solo es la historia de una restitución, sino también la de una búsqueda incansable, la de cientos de familiares y organizaciones que desde hace más de cuatro décadas trabajan para reconstruir vidas y restaurar identidades. Ramón Inama, uno de los primeros integrantes de H.I.J.O.S. La Plata, contó que habían agotado muchas instancias para encontrar a su hermana, pero que las Abuelas, con esta nueva restitución, demostraron una vez más que «nunca es la última esperanza».

Lo que sigue a la restitución es, en muchos casos, un proceso de reconstrucción personal y social, donde se rescatan memorias, se restablecen vínculos y se enfrentan verdades dolorosas. Según pudo saber este medio, la Nieta 139 fue criada por un integrante de las fuerzas represivas, un dato que se suma al contexto de violencia y apropiación de identidad propia de la dictadura.

Las políticas públicas de derechos humanos fueron fundamentales para este hallazgo. La sinergia entre la Conadi, el BNDG, el Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado (RUVTE) y la propia organización de Abuelas posibilitaron que esta restitución fuera posible. Sin embargo, en los últimos años, estos organismos enfrentan un progresivo desfinanciamiento y reducción de personal, lo que pone en riesgo la continuidad de estas políticas esenciales.

Matías Moreno, subsecretario de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires, destacó el carácter trascendente del hecho en un contexto marcado por el negacionismo y el debilitamiento institucional. «A pesar del negacionismo y el desfinanciamiento de las políticas de memoria, la verdad triunfa», afirmó. Por su parte, Horacio Pietragalla Corti, exsecretario de Derechos Humanos y nieto restituidO, agregó que «la realidad se empecina: ante más neoliberalismo y más negacionismo, sale la verdad».

Una lucha que nace del amor y la memoria

Para las Abuelas de Plaza de Mayo, la búsqueda de los nietos y nietas desaparecidos es un acto que trasciende lo político para convertirse en una lucha profundamente humana y afectiva. Estela de Carlotto y Buscarita Roa, al responder cómo sostienen esta tarea en el tiempo, coincidieron en que «nos tocaron lo más sagrado, que es un hijo o una hija».

Esta búsqueda es, en esencia, una lucha de amor, que busca reparar lo que el terrorismo de Estado quiso destruir: las familias, las identidades, la vida misma. «Nos impulsa el amor, la ternura, la certeza de que la verdad –aún cuando sea dolorosa– puede sanar, en parte, las heridas», afirmó Estela, quien subrayó además la importancia de la colaboración social y estatal para avanzar en cada caso.

El mensaje es claro: mientras existan Abuelas, Madres, familiares y una sociedad que reclama memoria, verdad y justicia, la búsqueda no cesará. A pesar de que quedan pocos años para las generaciones directamente vinculadas a estos crímenes, la tarea continúa.

Taty Almeida, referente de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, lanzó un mensaje directo y desafiante a quienes niegan los crímenes del terrorismo de Estado y el robo de bebés: «Les pregunto a la señora Victoria Villarruel y a sus amigos los genocidas si van a negar que hemos encontrado a una nieta. Que sepan que se van a seguir buscando y seguirán apareciendo nietos», advirtió.

Buscarita Roa concluyó con una nota emotiva: «Estamos muy viejitas y quedamos muy poquitas Abuelas. Estamos desesperadas para que aparezcan los nietos que faltan». Esta urgencia es un recordatorio vivo de la importancia de continuar el legado de lucha y memoria.

El legado de una organización insustituible

El hallazgo de la Nieta 139 se suma a los 138 casos anteriores que las Abuelas lograron resolver desde sus inicios en 1977. Cada restitución es un triunfo contra la impunidad y un aporte crucial para reconstruir la verdad histórica y reparar el daño causado por el terrorismo de Estado.

Desde la primera restitución en 1984, Abuelas de Plaza de Mayo se ha consolidado como un símbolo mundial de la lucha por los derechos humanos, la justicia y la dignidad. Su trabajo ha permitido que cientos de personas recuperen su identidad y, con ella, un pedazo fundamental de su historia personal y familiar.

A pesar de los desafíos actuales, la organización mantiene viva la esperanza y el compromiso. La historia de la Nieta 139 es, en definitiva, un testimonio de que la verdad puede ser silenciada temporalmente, pero nunca desaparece. Y es también una muestra de que la justicia es posible cuando se sostiene con amor, memoria y la fuerza colectiva de un pueblo.


La verdad sigue siendo la luz que ilumina el camino hacia la justicia y la memoria. En cada nieto y nieta recuperado, la democracia se fortalece y el pasado deja de ser una sombra para convertirse en un faro.

enero 22, 2025