Javier Milei viajó a Madrid mientras en Argentina el índice de precios de abril fue divulgado, el cual sus voceros presentan como el certificado de defunción de la inflación. Sin embargo, poco parece importarle que otros indicadores económicos evidencian una profunda recesión, sobre todo en el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA), donde la realidad es una crisis económica severa.

El viaje de Milei, pagado con fondos públicos, se percibe como un acto personal sin contenido diplomático o político relevante. No mantuvo encuentros con otros jefes de Estado ni con actores importantes del poder real, sino solo con personas que parecían formar un coro de apoyo incondicional. Solo a último momento se organizó una reunión con empresarios en la embajada argentina, intentando dar una apariencia de interés nacional a la visita.

Durante su mandato, Milei tampoco ha mostrado intención de visitar provincias con propuestas claras para el desarrollo regional. Más bien parece vivir encerrado en su círculo íntimo y en viajes que responden más a una lógica personal que a una estrategia política. Además, en distintos ámbitos empresariales e institucionales nacionales e internacionales, se habla cada vez más de la ausencia de un plan de estabilización económico —ni monetario ni fiscal— para mediano y largo plazo. Voces de reconocidos economistas como Cavallo, Broda, Prat Gay o Melconian advierten sobre la falta de rumbo definido.

El gobierno se define por una política económica que apunta a la maximización de la extracción de recursos naturales y la reducción de derechos laborales, con un modelo que muchos llaman “latinoamericanización” de Argentina, basado en la subordinación a corporaciones transnacionales y la primarización de la economía.

No hay, por ahora, ninguna fuerza política con poder real que ofrezca una alternativa de izquierda que desafíe ese modelo. Por eso, el debate político se reduce a dos opciones: la consolidación de esta derecha dura o la búsqueda de una salida por un “extremo centro”.

En ese marco, destacan los gestos del gobernador Axel Kicillof y su acercamiento a los gobernadores de Santa Fe y Chubut, en un momento en que se profundizan las diferencias entre el mundo paralelo de Milei y la economía real del país.

Por un lado, el oficialismo celebra una desaceleración inflacionaria que no parece percibirse en el bolsillo de la mayoría de la población, que cada día siente más el impacto del aumento de precios y la pérdida del poder adquisitivo. La pregunta es si esa desaceleración es real o solo una esperanza, y cuánto podría durar.

Además, el oficialismo enfrenta dudas e internas en torno a la llamada “ley Bases” que tramita en el Senado. El Pacto de Mayo, evento político clave, no se realizará el 25 de mayo como estaba previsto, y se barajan otras fechas, lo que refleja una creciente incertidumbre y fragmentación política.

En el Gabinete nacional se habla de disputas internas que giran en torno a los hermanos Milei y la influencia de Victoria Villarruel, quien mantiene una postura independiente y con agenda propia.

Mauricio Macri, por su parte, volvió a presidir formalmente el PRO, aunque el espacio libertario que lidera Milei parece consolidarse como la principal fuerza de derecha en el país. El “macrimileísmo” se entiende como una combinación de elementos ideológicos y maniobras políticas, pero la fuerza que encabeza las expectativas sociales en la derecha sigue siendo la de Milei.

La oposición peronista y progresista atraviesa un momento de desorden y desconcierto. Se destaca la ausencia de una definición clara sobre el modelo económico y social que proponen. Aunque coinciden en la necesidad de un modelo productivo y distributivo, que incentive el mercado interno, esté abierto al mundo sin ser sumiso, y no se base en la explotación primaria, las diferencias internas los debilitan y fragmentan en tribus.

No hay, por ahora, una respuesta coherente ni una batalla ideológica sólida fuera del marco capitalista hegemónico. Las disputas parecen reducirse a intereses personales y luchas internas, dejando poco espacio para un proyecto nacional y popular con una propuesta clara y unificada.

Un ejemplo de esta crisis se observa en el conflicto universitario, que tras una movilización histórica logró solo una solución parcial. La Universidad de Buenos Aires (UBA) logró un acuerdo presupuestario con el gobierno, pero muchas otras casas de estudios quedaron excluidas. Esto generó tensiones internas y evidencia la falta de unidad en sectores clave de la sociedad.

La pregunta queda abierta: ¿existirá un contraataque fuerte y solidario que pueda unir a las universidades y otros sectores para enfrentar los desafíos actuales? ¿O seguirá predominando la fragmentación y el individualismo, con pocas muestras de liderazgo ejemplar?

En suma, Argentina enfrenta un momento complejo y convulsionado. Mientras la derecha libertaria avanza con una agenda disruptiva y excluyente, la oposición aún no logra consolidar un proyecto alternativo sólido y cohesionado. El desconcierto y la incertidumbre marcan el escenario político, social y económico del país, mientras millones de argentinos sufren las consecuencias de la crisis.

mayo 20, 2024