Después de un largo período de espera y múltiples interrupciones, la estación de tren Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, ubicada en el partido de Avellaneda, volvió a entrar en servicio con una infraestructura totalmente modernizada. Se trata de una de las estaciones más significativas del área metropolitana, ya que constituye un nodo clave de conexión entre distintos puntos del sur del Gran Buenos Aires y la Ciudad. Con esta reapertura, miles de pasajeros vuelven a contar con un espacio renovado y con mejores condiciones de accesibilidad y seguridad.
De acuerdo con lo informado por Trenes Argentinos, la obra forma parte de un proyecto que llevaba más de diez años pendiente. Durante este tiempo, los usuarios debieron adaptarse a andenes provisorios de madera y estructuras temporales que no ofrecían las condiciones óptimas para el funcionamiento de los servicios eléctricos. La finalización de los trabajos permite que las formaciones detengan su marcha en plataformas elevadas, adecuadas a los trenes modernos que actualmente recorren la línea.
El andén 1 fue formalmente habilitado el 22 de octubre, sumándose al andén 2, que ya había sido recuperado en septiembre. Con la puesta en funcionamiento de ambas plataformas, quienes viajan en los ramales La Plata y Bosques vía Quilmes recuperan un punto de ascenso y descenso esencial dentro de su trayecto diario, reemplazando estructuras improvisadas que se habían convertido en la norma durante la última década.
Renovaciones y mejoras realizadas
La intervención se enmarcó dentro de la denominada Emergencia Ferroviaria, una política destinada a recuperar la infraestructura del sistema de trenes metropolitanos. Las obras no se limitaron a la reconstrucción de andenes, sino que abarcaron una serie de mejoras integrales orientadas a elevar los niveles de comodidad y seguridad del pasajero.
Entre los principales trabajos se encuentran:
-
Elevación total de los andenes para permitir el uso adecuado de trenes eléctricos, lo que mejora la accesibilidad y reduce los tiempos de ascenso y descenso.
-
Reacondicionamiento de las boleterías, con nuevos pisos, luminarias, instalaciones sanitarias y un entorno más ordenado y funcional.
-
Construcción de accesos adaptados, que incluyen rampas, escaleras renovadas, barandas y señalización adecuada para personas con movilidad reducida.
-
Instalación de ascensores, un reclamo histórico de los usuarios que ahora facilita la movilidad vertical dentro de la estación.
-
Colocación de pantallas informativas, sistemas de audio, señalética moderna y tecnología contra incendios.
-
Renovación del cableado eléctrico, iluminación general y pintura, tanto en las zonas internas como externas.
-
Mejoras en el entorno urbano inmediato, que abarcan limpieza, ordenamiento y trabajos complementarios para que el acceso sea más seguro.
Con la finalización de estas tareas, el objetivo es devolverle a los usuarios un espacio digno, cómodo y eficiente, algo que durante años estuvo postergado a causa de obras inconclusas, deterioro estructural y falta de mantenimiento.
Una estación atravesada por la historia
La estación no solo es relevante por su valor como punto de transporte: también posee una fuerte carga simbólica y política que la convierte en un lugar emblemático dentro de la memoria colectiva del país.
Cuando se inauguró, su nombre original fue Barracas al Sud, reflejando el antiguo nombre del municipio. En 1904, con la consolidación urbana e institucional de la zona, pasó a llamarse simplemente Avellaneda. Ese fue el nombre con el que se la conoció durante gran parte del siglo XX. Años más tarde, en 1984, como parte de las obras de electrificación de la línea, el edificio histórico fue demolido para dar lugar a instalaciones más modernas acordes con las exigencias técnicas del servicio.
No obstante, el episodio más significativo ocurrió el 26 de junio de 2002, durante una de las jornadas más tensas de la crisis social y económica que atravesaba Argentina. Ese día, en el marco de una protesta de organizaciones sociales, la estación se convirtió en escenario de una brutal represión policial. Los militantes Darío Santillán y Maximiliano Kosteki fueron asesinados dentro del hall de acceso, un hecho que conmocionó a todo el país y que marcó profundamente la identidad del lugar.
A raíz de lo ocurrido, distintos colectivos y movimientos sociales comenzaron a intervenir el espacio como gesto de memoria. Los carteles con la denominación “Darío y Maxi” aparecieron pintados por militantes que buscaban transformar la estación en un sitio de recuerdo y denuncia. Con el paso del tiempo, murales, placas y expresiones artísticas ocuparon gran parte del hall, convirtiéndose en un recordatorio permanente de lo sucedido aquel 26 de junio.
El reconocimiento oficial llegó en 2013, cuando se promulgó la Ley 26.900, que estableció el cambio de nombre de la estación a Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. Desde entonces, el lugar funciona no solo como infraestructura ferroviaria, sino también como un espacio cargado de significado histórico, político y social.
Con la reapertura actual y la modernización integral de sus instalaciones, la estación renueva su rol dentro del sistema de transporte y, al mismo tiempo, reafirma su condición de sitio emblemático que combina funcionalidad, memoria y un fuerte simbolismo para miles de personas que transitan sus pasillos día a día.
