Un instante que sacudió las redes
“Salí de la librería a buscar una cosa y levanté la mirada… lo que vi no podía creerlo”, recuerda Alfredo Suhring, dueño de una tradicional librería en Callao y Corrientes. En plena mañana, golpeado por una ola de calor inclemente, tomó lo que sería una fotografía transformadora: una extensa fila de personas sin techo durmiendo en la vereda, muchas de ellas con la cabeza vuelta hacia la pared como si buscara resguardo.
La imagen, recogiendo la postal tangible del deterioro urbano, se viralizó al instante. “Parecíamos zombies, estamos ciegos. Es muy doloroso… y esto se repite en casi todas las cuadras”, escribió Suhring, junto a una frase que atravesó redes: “No me gusta esta libertad”. Su mensaje fue sentido y claro: una libertad que deja a tantos sin hogar no puede celebrarse.
Un problema que salpica cifras oficiales (y las multiplica)
La contundencia de la foto encuentra respaldo —y emergencia— en los datos: según el Instituto de Estadística porteño, entre noviembre de 2023 y el mismo mes de 2024, la cantidad de personas en situación de calle en CABA aumentó un 23,2 %, pasando de 3.286 a 4.049. De ese total, 1.236 duermen en la calle y 2.813 en Centros de Inclusión Social (CIS).
Pero esas cifras están lejos de ser completas. El Tercer Censo Popular, realizado por organizaciones como Proyecto 7, ACIJ y otras, elevó ese número a casi 12.000 personas en situación de calle, incluyendo quienes se refugian en paradores anccom.sociales.uba.aridentidadycultura.com.ar. Es decir: el número real podría ser tres veces el oficial.
La calle como límite de supervivencia
Este dramático cuadro no nace de la nada. Horacio Ávila, referente de Proyecto 7, señala que muchos de los que hoy duermen en la vereda caen directamente del trabajo informal—como changas, lavado de autos o cartoneo—en un contexto donde el ajuste económico y la desregulación laboral destruyeron los pocos marcos protectores que existían infobaeacij.org.ar.
Buenos Aires, epicentro de la crisis, también concentra una migración interna fuerte: muchos llegan de la provincia y de ciudades del interior, impulsados por la esperanza de encontrar lo elemental—un plato de comida, una ducha, una posibilidad. «Lo que tiene Buenos Aires es que siempre algo para comer ligás», dice Rubén, un joven sin techo que llegó desde Rosario hace seis meses.
Voces desde la calle
En los alrededores de Zivals, las “ranchadas” proliferan. Lucas, de 36 años, dice que dejó Lugano por problemas familiares y adicciones. Ahora junta cartones y come esporádicamente en un comedor. “Está jodido volver a conseguir una changa”, suspira junto a su mochila, clavado en la esquina de Uruguay y Corrientes .
Carlos, que lleva casi una década en situación de calle, sintetiza la dureza del momento: “Nunca vi tanta gente nueva en la calle… llega gente todos los días”. Y Andrés, que trabaja como mozo en una zona cercana, afirma con pesadumbre que “los fines de semana explota la calle de gente pidiendo… jamás vi algo así” .
Reacción oficial: palabras urgentes, acciones limitadas
La viralización de la foto no pasó desapercibida. Según Suhring, recibió inmediatamente un llamado del ministro de Desarrollo Social porteño, Gabriel Mraida. Cuando pidió al menos un vaso de agua para quienes dormían en la calle, la respuesta fue: “Que hagan su trabajo” .
Sin embargo, el contraste entre la visibilidad del drama y la respuesta institucional sigue siendo preocupante. La ley nacional de personas en situación de calle, votada hace tres años, sigue “casi sin reglamentar ni presupuesto asignado”. Proyecto 7 denuncia que mientras la norma existe, “la implementación es cero”.
El informe elaborada por ACIJ, CELS y el MPD muestra una estrategia gubernamental dual: por un lado, giros punitivos como remociones, represión y estigmatización; por otro, se observan incrementos —aunque insuficientes— en presupuesto para dispositivos de emergencia acij.org.ar.
Un dato alarmante: las denuncias por violencia institucional hacia personas en situación de calle se duplicaron entre el primer semestre de 2023 y el mismo período en 2024. Mientras tanto, el Instituto de Vivienda de la Ciudad —encargado de soluciones residenciales definitivas— sufrió un recorte real del 27 % en su presupuesto respecto del año anterior.
¿Hacia dónde va esta crisis?
La calle no es solo un lugar de paso: es un síntoma de implosión social. Cuando hay más gente durmiendo en veredas que camas disponibles, el Estado claramente no sostiene a quienes quedan afuera del sistema.
La foto de Suhring desnuda esa vulnerabilidad con brutal claridad: hay seres humanos que la ciudad ignora. Por eso su mensaje final retumba: “No me gusta esta libertad”. No debería gustarnos. La verdadera libertad se construye con equidad, justicia y dignidad, no con déficit humano.
