Un día como hoy, el 12 de abril de 1942, nacía en Santa Fe Carlos Alberto Reutemann, una de las figuras más emblemáticas de la historia argentina, no solo por su talento indiscutido como piloto de automovilismo, sino también por su controvertida y prolongada incursión en la política. A 83 años de su nacimiento, su nombre sigue encendiendo pasiones y debates, como si la bandera a cuadros jamás hubiera caído sobre su legado.

Conocido por millones como “Lole”, Reutemann fue un hombre de silencios, decisiones firmes y destinos paralelos: héroe de los circuitos del mundo y, luego, protagonista del escenario político nacional. Su figura representa una Argentina que buscó la gloria internacional en los ’70 y una provincia que, durante años, vio en él una referencia de conducción y estabilidad.

La velocidad en la sangre

Desde muy joven, Reutemann demostró una conexión innata con la velocidad. Comenzó corriendo en el automovilismo nacional, participando del Turismo Mejorado y luego del Turismo Carretera. Su ascenso fue meteórico, gracias a un estilo de conducción meticuloso, rápido y calculador, que no tardó en captar la atención internacional.

En 1972, debutó en la Fórmula 1 con Brabham, iniciando una década extraordinaria en la categoría reina del automovilismo. Pasó por escuderías históricas como Ferrari, Lotus y Williams, y ganó 12 Grandes Premios, ubicándose entre los mejores pilotos de su generación.

El momento cumbre —y también el más doloroso— llegó en 1981. Con el equipo Williams, Reutemann llegó como líder del campeonato a la última carrera del año, en Las Vegas. Allí, bajo un sol abrasador y en condiciones difíciles, no logró imponerse ante el brasileño Nelson Piquet, quien terminó consagrándose campeón del mundo por apenas un punto de diferencia. Reutemann se retiraría poco después, dejando una huella imborrable en los fanáticos del automovilismo.

De los boxes al Senado

Lejos de retirarse de la escena pública, Carlos Reutemann canalizó su disciplina y perfil reservado en una nueva carrera: la política. En 1991, fue elegido gobernador de Santa Fe por el Partido Justicialista, en un resultado favorecido por la entonces vigente ley de lemas. Su gestión fue valorada por su estilo pragmático y su capacidad de gestión, aunque también se lo criticó por mantener una postura ambigua en temas clave.

Tras dejar la gobernación en 1995, fue elegido senador nacional, y en 1999 volvió a ganar la gobernación de su provincia. Terminó su segundo mandato en 2003 y regresó al Senado, banca que ocuparía de forma intermitente hasta su fallecimiento en 2021.

Durante más de dos décadas, Reutemann fue una figura política central, especialmente en Santa Fe, donde logró sostener su influencia aun cuando el mapa político nacional cambiaba. Se lo señaló como posible candidato presidencial en varias ocasiones, pero nunca dio el salto, manteniéndose fiel a su estilo: reservado, cauto y, muchas veces, hermético.

Un legado con dos motores

Carlos Reutemann fue, y sigue siendo, una figura ambivalente. En el deporte, es recordado con admiración unánime: pocos argentinos brillaron en la Fórmula 1 como él. Su nombre figura en el panteón junto a Fangio, aunque con una tragedia silenciosa: la de no haber alcanzado ese ansiado título mundial que mereció.

En la política, en cambio, su legado es más discutido. Fue valorado como un gobernador ordenado y moderado, pero también se le cuestionó su rol durante momentos críticos de la historia reciente, como los hechos de diciembre de 2001 en Santa Fe, donde murieron manifestantes en las calles. Su silencio ante esas tragedias lo persiguió hasta el final de su vida pública.

La última curva

Reutemann falleció el 7 de julio de 2021, a los 79 años, tras varios meses de complicaciones de salud. Su muerte generó homenajes sentidos tanto en el ámbito deportivo como en el político. Pilotos, dirigentes, periodistas y ciudadanos comunes lo despidieron con respeto, reconociendo su trayectoria singular.

A 83 años de su nacimiento, Carlos Reutemann sigue presente en la memoria colectiva argentina como un símbolo de talento, determinación y dualidad. Fue un hombre que eligió hablar poco, pero cuya vida fue intensa y pública como pocas. El chico de Santa Fe que desafió a los mejores del mundo en los circuitos, y que luego buscó transformar su provincia desde el poder político, forma parte ya de la historia argentina.

Su figura —entre la velocidad y la gestión, entre el podio y el Senado— es un recordatorio de que la vida puede tener más de una carrera, y que hay hombres que corren hasta el final, aunque no siempre levanten la copa.

abril 12, 2025