Parece que hay algo en el ADN de estos chicos y chicas que los hace avanzar, incluso cuando todo a su alrededor les dice que no. No es solo talento: es tozudez bien entendida, esa que convierte obstáculos en escalones. En apenas unos días, estudiantes argentinos de secundaria brillaron en competencias internacionales de Química y Robótica, dejando claro que la ciencia y la educación en este país no dependen exclusivamente de un presupuesto… aunque sería bueno que no tuvieran que sobrevivir a pesar de su ausencia.

En Arabia Saudita, un grupo de jóvenes que integra la Olimpíada Argentina de Química se trajo dos medallas de bronce y una mención de honor. Parece un titular más de “argentinos que la rompen afuera”, pero la historia detrás es digna de guion: por primera vez en 34 años, el Gobierno nacional no financió su viaje. Sin pasajes ni viáticos oficiales, la coordinadora Soledad Antonel y su equipo decidieron anotarse igual, confiando en que “de alguna manera” llegarían. Y llegaron: la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA puso el hombro, donantes particulares sumaron su granito de arena y, finalmente, los cuatro estudiantes viajaron para enfrentar pruebas de nivel universitario que duran cinco horas y combinan teoría y laboratorio. El resultado habla solo.

En paralelo, a miles de kilómetros y en un escenario completamente distinto, otro equipo de chicos de hasta 19 años se subía al podio en el Mundial de Robótica, la RoboCup 2024, en Países Bajos. Allí, el grupo de la UAI y el CAETI ganó el primer puesto en la prueba Super Team —la más importante del evento—, compartiendo el título con Taiwán. También se llevaron un segundo puesto en la prueba técnica y un quinto en la general de Rescate Simulado. Nada mal para un país que, en materia de apoyo estatal a la educación, últimamente parece estar jugando en otra liga.

Lo curioso es que estas victorias no son excepciones aisladas: hace apenas una semana, estudiantes argentinos ganaban medalla de plata, bronces y menciones en la Olimpiada Internacional de Matemática en Inglaterra, también después de financiarse el viaje a puro esfuerzo colectivo. Hay algo que se repite: la excelencia sigue estando, pero el acompañamiento institucional brilla por su ausencia.

Antonel, la coordinadora de Química, no se guardó la bronca: el programa que dirige necesita unos 150.000 dólares al año para funcionar y participar en competencias internacionales. Un monto modesto si se lo compara con otros gastos estatales, pero que este año no tuvo respuesta oficial. “No es que no hay plata, es que no hay interés”, resumió. Más allá de las medallas, lo que está en juego es la continuidad de un programa que desde 1991 despierta vocaciones científicas en más de 3000 estudiantes por año.

En Robótica, la historia tiene un matiz distinto: las instituciones educativas y los docentes acompañaron desde el primer día, pero el mérito de los chicos sigue siendo el mismo. En la prueba de Rescate Simulado, por ejemplo, los robots debían identificar a una víctima en un escenario de desastre y sacarla de peligro. Más que un juego tecnológico, un entrenamiento para pensar soluciones reales a problemas reales.

Y es ahí donde estas historias se vuelven incómodas: demuestran que hay talento, compromiso y resultados, pero que, sin un sostén sostenido, todo depende de la buena voluntad de universidades, familias y donantes. El mérito individual es admirable, sí, pero como política educativa es insostenible.

Los jóvenes que hoy programan robots o resuelven complejos ejercicios químicos no solo suman medallas a un ranking: están ensayando, en tiempo real, el país que podríamos ser si decidiéramos invertir en ellos. Si en vez de cortar presupuestos les diéramos herramientas. Si dejáramos de celebrar que “a pesar de todo” ganan, y empezáramos a garantizar que tengan todo para ganar.

Por ahora, siguen saliendo al mundo con la bandera bajo el brazo, financiando rifas, colectas y donaciones, y volviendo con premios que llenan de orgullo. Pero el orgullo, por sí solo, no paga pasajes ni compra insumos de laboratorio. Esa, dicen, es otra cuenta pendiente.

julio 30, 2024