La economía argentina atraviesa un momento de extrema inestabilidad. Con los mercados financieros teñidos de rojo, el dólar escalando a niveles preocupantes y los indicadores de riesgo en alza, el Gobierno de Javier Milei se enfrenta a su primera gran crisis política y económica. La respuesta, sin embargo, ha sido descoordinada y confusa, lo que no ha hecho más que profundizar la incertidumbre.

El epicentro de esta crisis se encuentra en el Ministerio de Economía, donde Luis “Toto” Caputo intenta sostener un plan económico que comienza a mostrar signos de agotamiento. Pero más allá del ministro, es el propio presidente Milei quien ha tomado las riendas del área económica. Decidido a evitar una devaluación que pudiera comprometer los avances —aún inestables— en materia de desinflación, el mandatario ejerce un control directo sobre las decisiones clave. Según trascendió, esta intervención personal tiene como único objetivo evitar una corrección cambiaria brusca, aunque la presión de los mercados y de sectores internos del Gobierno va en aumento.

Caputo, por su parte, propone una alternativa: acelerar el ritmo del «crawling peg», es decir, la devaluación progresiva del tipo de cambio oficial, pasando del 2 al 5% mensual. La intención es evitar una devaluación masiva, que podría tener efectos devastadores. Sin embargo, esta propuesta no convence a todos en el entorno presidencial. Federico Sturzenegger, uno de los asesores económicos más influyentes del presidente —aunque sin cargo formal—, insiste en que la raíz del problema fue no haber avanzado con más velocidad y profundidad en las reformas estructurales. Según afirman fuentes cercanas, Sturzenegger le repite a Milei que esta situación crítica podría haberse evitado si el Gobierno no hubiera dudado en aplicar medidas más drásticas desde el inicio.

La tensión interna quedó en evidencia durante la última reunión de gabinete. Allí, en un clima marcado por la preocupación y la falta de certezas, Milei tuvo que responder preguntas incómodas de sus propios ministros. Uno de ellos, ajeno al área económica, resumió el sentir general: “Es momento de hacer política de la delicada”. En ese contexto, Caputo intentó transmitir tranquilidad, asegurando que “el plan económico no se toca”, aunque admitió que la volatilidad continuará. Su explicación no convenció: muchos funcionarios perciben que el ministro no está dimensionando la gravedad de la situación macroeconómica.

El desconcierto se amplificó con la conferencia de prensa brindada el viernes pasado por Caputo, a pedido directo del presidente. Milei creyó que el anuncio de una transferencia de deuda del Banco Central al Tesoro generaría un shock de confianza post aprobación de la Ley Bases. Sin embargo, el efecto fue el contrario. Caputo no logró transmitir claridad ni responder a las preguntas centrales: ¿Cuándo se levantará el cepo cambiario? ¿Qué pasará con el Impuesto País? ¿Cómo se abordará la disparada de los dólares paralelos y el Riesgo País?

La falta de respuestas generó desconcierto no solo en el ámbito político, sino también entre los actores financieros. En reuniones con representantes de la banca nacional e internacional, Caputo y el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, admitieron que en los próximos meses el país podría perder más de 3.000 millones de dólares en reservas. Para colmo, hablaron de un “peso fuerte”, concepto que, en medio de una corrida cambiaria, fue interpretado como una desconexión alarmante de la realidad.

Desde el sector empresarial también surgieron advertencias. Alejandro Díaz, CEO de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina (AmCham), señaló que el Gobierno necesita con urgencia articular un mensaje coherente sobre la segunda fase del plan económico. «Esta etapa de licuación dio resultados en la inflación, pero ahora es clave generar condiciones para que la economía crezca», declaró Díaz en una entrevista radial.

Para los bancos, la situación no es menos inquietante. Aunque después de su encuentro con Caputo emitieron un tibio comunicado de apoyo al “nuevo plan”, lo hicieron con retraso y sin convicción. Un veterano del sector recordó una escena similar en noviembre de 2001, cuando la Asociación de Bancos respaldó públicamente un plan económico del entonces presidente Fernando de la Rúa y su ministro Domingo Cavallo, sin entender del todo las consecuencias. “No sabían si apoyar por desconocimiento o por miedo”, afirmó. Hoy, el contexto es diferente, pero la falta de claridad y coordinación vuelve a ser la constante.

Mientras tanto, el presidente Milei mantiene su posición: no devaluar, resistir las presiones internas y externas, y confiar en que la disciplina fiscal y el ajuste serán suficientes para sostener su modelo. Pero con una recesión profunda, alta inflación, reservas en caída y un gabinete dividido, la estrategia parece cada vez más frágil. El tiempo apremia, y el margen de error se achica.

julio 3, 2024