Un día como hoy, pero en 1897, se publicaba por primera vez «Drácula», la novela gótica del escritor irlandés Bram Stoker que cambiaría para siempre la literatura de terror y daría origen a uno de los mitos más universales de la cultura moderna. Con el paso del tiempo, esta figura del conde vampiro —tan seductora como siniestra— traspasó las páginas del libro para instalarse en el cine, la televisión y el teatro de todo el mundo.
En Argentina, Drácula encontró una de sus versiones más queridas y recordadas en el ámbito musical: “Drácula, el musical”, creación de Pepe Cibrián Campoy y Ángel Mahler, que debutó en 1991 en el estadio Luna Park, con un despliegue escénico sin precedentes para la cartelera nacional. A más de tres décadas de su estreno y a 128 años de la publicación original de la novela, el vampiro eterno sigue conquistando públicos a través de esta obra que marcó un antes y un después en el teatro musical argentino.
El nacimiento de una leyenda literaria
Publicado el 26 de mayo de 1897, Drácula surgió en un momento donde la literatura victoriana exploraba lo oculto, lo sobrenatural y las tensiones entre ciencia y superstición. La novela narra la historia del conde Drácula, un aristócrata transilvano que busca expandir su dominio en Londres, enfrentándose a un grupo de personajes decididos a detenerlo.
Stoker construyó su obra en forma de diarios, cartas y recortes, otorgándole una estructura fragmentada e innovadora para la época. Aunque en su momento no fue un éxito inmediato, con los años se convirtió en un pilar de la narrativa gótica, alimentando el imaginario colectivo con temas de deseo, poder, inmortalidad y miedo a lo desconocido.
El musical argentino que hizo historia
Inspirados por esta atmósfera oscura y romántica, Pepe Cibrián y Ángel Mahler dieron vida a una versión local de Drácula que rompió esquemas en la escena teatral de los años 90. Estrenado en 1991 y protagonizado inicialmente por Juan Rodó y Cecilia Milone, Drácula, el musical combinó elementos del drama clásico con un lenguaje musical potente y una producción escenográfica de alto nivel, lo que le valió el reconocimiento unánime del público.
La obra fue vista por más de 3 millones de espectadores en el país, y se convirtió en la producción musical más exitosa de la historia del teatro argentino. No solo recorrió los principales teatros de Buenos Aires, como el Luna Park y el Teatro Ópera, sino que también se presentó en giras nacionales e internacionales.
Además de su calidad artística, Drácula, el musical fue una apuesta arriesgada que demostró que el teatro musical argentino podía tener identidad propia y competir en escala y nivel con producciones extranjeras. Su música —emotiva, épica y conmovedora— y su historia de amor imposible entre Drácula y Mina capturaron el corazón de varias generaciones.
Un legado que sigue latiendo
En 2022, el musical celebró su 30º aniversario con una gira nacional que volvió a convocar multitudes, muchas de ellas conformadas por familias enteras que transmitieron su fanatismo de generación en generación. Juan Rodó, emblema del personaje, volvió a encarnar al conde con la misma intensidad de sus primeras presentaciones, en un claro testimonio de la vigencia de la obra.
Drácula, el musical no solo popularizó el género en Argentina, sino que también inspiró la formación de nuevas compañías, actores y directores que vieron en el musical una herramienta poderosa para contar historias locales y universales. Para muchos, fue el primer acercamiento al teatro, y una puerta de entrada al mundo de las artes escénicas.
Un aniversario para celebrar la eternidad del arte
A 128 años de su publicación, la novela Drácula sigue siendo objeto de estudio, adaptaciones y homenajes en todo el mundo. Su protagonista, símbolo del deseo y el misterio, continúa fascinando por su ambigüedad y profundidad psicológica.
En Argentina, su versión musical ya se ha ganado un lugar propio en la historia de la cultura nacional. «Drácula, el musical» no solo reinterpreta la novela de Stoker, sino que la resignifica con mirada criolla, sensibilidad latinoamericana y una estética visual inolvidable.
Este aniversario es, entonces, doble motivo de celebración: por el nacimiento de un clásico literario universal y por su transformación en uno de los grandes hitos del teatro argentino.
Porque hay obras —y personajes— que nunca mueren. Solo se reinventan, una y otra vez, desde las sombras del escenario.