Un viaje escolar que debía ser una celebración para un grupo de alumnos de sexto grado terminó envuelto en un escándalo cuando uno de los conductores del micro que los trasladaba dio positivo en un test de consumo de drogas. El hecho se produjo durante una de las paradas del recorrido, en la localidad bonaerense de Munro, donde padres de otro establecimiento insistieron en que los choferes fueran sometidos a controles completos antes de que el vehículo siguiera camino hacia la Costa Atlántica.
Todo había comenzado en plena madrugada, en la Escuela N.°16 del Paraje Etchegoyen, en Exaltación de la Cruz. Allí se habían reunido varias delegaciones de colegios de la zona para iniciar un viaje de fin de curso rumbo a Cariló. La convocatoria era a las cinco de la mañana, y en el contingente se encontraban decenas de chicos de aproximadamente 12 años, acompañados por un equipo de padres que oficiaban como responsables durante el trayecto. Sin embargo, la partida no fue tan rápida como se esperaba: la Guardia Urbana del municipio detuvo la salida para revisar la documentación del ómnibus y controlar al conductor principal mediante una prueba de alcoholemia, que en ese primer caso arrojó resultado negativo.
Mientras el micro iniciaba su recorrido, realizó diversas escalas para recoger a otros grupos escolares. Una de las paradas claves fue la de Escobar, donde no hubo mayores inconvenientes. El verdadero problema surgió más tarde, al llegar a Munro. Allí, un grupo de padres del otro colegio que compartía el servicio notó comportamientos sospechosos en uno de los conductores y decidió pedir la intervención de la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT), solicitando específicamente un test de consumo de sustancias para los dos choferes.
El primer conductor se sometió de inmediato al procedimiento y dio negativo. Pero el segundo protagonizó un episodio que incrementó la preocupación de las familias: no solo se resistió a realizarse el examen, sino que buscó dilatar el proceso de diferentes maneras. Su actitud obligó a la policía local a intervenir para garantizar que la prueba pudiera concretarse. Finalmente, tras varios intentos fallidos debido a una incorrecta manipulación del test, el análisis confirmó la sospecha: el chofer había consumido cocaína y marihuana.
Durante el operativo, los alumnos permanecieron dentro del micro, observando con inquietud el movimiento de policías, inspectores y padres. La tensión creció y algunos adultos incluso intentaron enfrentarse al conductor, quien tras la confirmación del resultado fue trasladado por la policía.
Ante esta situación, la empresa a cargo del viaje pidió de inmediato un reemplazante a la compañía de transporte. Pero la situación volvió a complicarse: el chofer enviado como sustituto no cumplía con los requisitos para asumir el traslado, ya que no había completado las horas mínimas de descanso obligatorias. El grupo quedó nuevamente varado, a la espera de una nueva solución. Fue necesario solicitar un segundo reemplazo, quien tardó en llegar pero finalmente estaba en condiciones legales y físicas para manejar. Solo después de todas estas gestiones, el micro pudo retomar el camino, ya pasadas las 13, cuando muchos de los chicos llevaban más de ocho horas esperando desde la fallida partida inicial.
Una de las madres que viajaba con el grupo relató la secuencia con frustración: el primer chofer dio positivo, el segundo no podía manejar por no haber descansado lo suficiente, y recién el tercero, que también llegó tarde, cumplió con todos los requisitos. La demora acumulada generó cansancio, enojo y un fuerte malestar entre las familias.
Los controles solicitados a la CNRT incluyen exámenes de alcoholemia y detección de sustancias psicoactivas, además de la inspección completa del vehículo y la verificación de la documentación del conductor. Se revisa además que cuente con las habilitaciones vigentes, que cumpla las normas de seguridad vial y que haya respetado las horas de descanso estipuladas. Estos procedimientos son gratuitos y suelen realizarse antes de iniciar cualquier viaje, pero también pueden pedirse durante paradas intermedias cuando existen dudas sobre la aptitud del conductor, como ocurrió en este caso.
Según explicaron los padres, en la primera parada no solicitaron el control porque desconocían el procedimiento, por lo que recién en Munro pudieron gestionarlo. Una vez expuesta la situación, los adultos intentaron radicar una denuncia formal. No obstante, se encontraron con una serie de obstáculos burocráticos: en la fiscalía de Vicente López Oeste les indicaron que debían presentarse en la jurisdicción donde tenían domicilio las empresas involucradas; luego, en otra dependencia les informaron que la denuncia debía tramitarse en el lugar donde se había producido el hecho. Después de varias idas y vueltas, los padres terminaron acudiendo al Tribunal de Faltas de Vicente López para seguir avanzando.
El episodio dejó al descubierto no solo la gravedad de encontrar a un chofer bajo los efectos de drogas mientras transportaba a menores, sino también las fallas en la coordinación y fiscalización entre las distintas entidades responsables. Para las familias, lo que debía ser un recuerdo inolvidable del fin de la escuela primaria se convirtió en una experiencia cargada de tensión y preocupación, aunque finalmente el viaje pudo continuar con un conductor en regla y con mayores garantías de seguridad.
