El fútbol argentino llora la partida de Miguel Ángel Russo, quien falleció a los 69 años tras una larga lucha contra un cáncer de próstata que lo acompañaba desde 2017. En las últimas semanas, una infección urinaria agravó su estado, pero hasta el final se mantuvo fiel a su pasión: estar cerca de una cancha.
Miguel fue una figura querida, admirada y profundamente respetada en todo el ambiente futbolero. A lo largo de cinco décadas, dedicó su vida al fútbol: primero como jugador de Estudiantes de La Plata, y luego como director técnico de numerosos equipos tanto en Argentina como en el exterior. Su legado no solo está marcado por títulos y ascensos, sino también por su estilo sereno, su compromiso y su integridad personal.
Como futbolista, Russo se desempeñó como volante central entre 1975 y 1988, siempre en Estudiantes. Bajo la dirección de Carlos Bilardo, fue parte del equipo campeón del Metropolitano 1982 y del Nacional 1983, este último con Eduardo Luján Manera. En total, jugó 431 partidos y convirtió 12 goles, dejando una huella imborrable.
Tras su retiro, comenzó su carrera como entrenador en 1989. En esos 35 años en los bancos de suplentes, dirigió 1.275 partidos y cosechó 510 victorias, 310 empates y 394 derrotas, con una efectividad cercana al 50%. Su estilo sobrio, sus valores y su capacidad para construir equipos competitivos lo convirtieron en un referente. Condujo a equipos grandes como San Lorenzo, Racing y Boca, club con el que logró una histórica Copa Libertadores en 2007, con Juan Román Riquelme como máxima figura.
También dejó huella en Lanús, al que ascendió en 1990, descendió en 1991 y volvió a subir en 1992. En Rosario Central es ídolo: logró el ascenso en 2013, fue campeón de la Copa de la Liga 2023 y nunca perdió un clásico ante Newell’s. En Vélez se consagró en el Torneo Clausura 2005.
Fuera del país, Russo dirigió en Chile, España, México, Perú, Paraguay, Arabia Saudita y especialmente en Colombia, donde con Millonarios ganó dos títulos (2017 y 2018) y se ganó el cariño de los hinchas.
Pese a sus credenciales, nunca tuvo la oportunidad de dirigir la Selección Argentina. Estuvo cerca en dos ocasiones: tras el Mundial de 2006 y luego de la salida de Alfio Basile en 2008. Incluso hubo versiones periodísticas que lo daban por confirmado, pero finalmente la dirigencia de AFA se inclinó por otras figuras, como Diego Maradona.
Nacido en Lanús el 9 de abril de 1956, Russo se formó en la escuela de Estudiantes de La Plata, donde aprendió los valores del trabajo, la disciplina, el esfuerzo y la importancia del vestuario como espacio sagrado. Influenciado por Bilardo, desarrolló un estilo práctico y comprometido. Sabía cuándo atacar y cuándo defender, cuándo ir al frente y cuándo esperar.
En las entrevistas, era cuidadoso y reservado. Decía mucho con pocas palabras, fiel a los códigos del fútbol de su época. Su frase más recordada era: “Son decisiones”, cada vez que debía justificar un cambio táctico o una elección polémica.
Su última etapa como entrenador se dio en Boca en 2025, adonde volvió tras la salida de Fernando Gago. Pero su salud ya estaba muy deteriorada. Aun así, siguió trabajando mientras pudo, porque entendía que su compromiso con los jugadores y los hinchas estaba por encima del dolor. Hasta el último momento eligió el fútbol.
Miguel Ángel Russo, Miguelo o el Palomo —como lo llamaban sus amigos— deja un vacío enorme en el deporte argentino. Más allá de camisetas y rivalidades, su figura será recordada con respeto por todos. Porque más que un entrenador o un jugador, fue un ejemplo de entrega, humildad y pasión por el fútbol. Hoy, todas las banderas del fútbol argentino ondean a media asta en su honor.