Después de dos meses sin sesiones ni debates, el Senado volverá a abrir sus puertas este miércoles 13 de noviembre para recibir a Guillermo Francos, actual jefe de Gabinete, que llega con un objetivo claro: rendir examen ante los senadores y presentar su informe de gestión. Pero no es solo una formalidad institucional; esta visita ocurre en medio de un clima político bastante espeso, especialmente por el notorio distanciamiento entre el oficialismo y Victoria Villarruel, presidenta del Senado.
La exposición de Francos forma parte de una obligación constitucional que muchas veces se pasa por alto pero que, en el texto de la Carta Magna, es bien clara: el artículo 101 dice que el jefe de Gabinete debe concurrir al Congreso al menos una vez por mes para informar sobre la marcha del Gobierno. En la práctica, eso rara vez ocurre con esa frecuencia, pero cuando pasa, suele ser una oportunidad para que la oposición (y algunos aliados incómodos) ajusten cuentas, pregunten, reclamen y marquen posición.
Un examen con 1.093 preguntas
Francos llegará al recinto con la carpeta cargada: recibió 1.537 preguntas de senadores, que luego se unificaron en 1.093 consultas reales, presentadas por 48 legisladores. Un verdadero “cuestionario múltiple choice” sobre todo lo que el Gobierno viene haciendo —o no haciendo— en estos meses de gestión mileísta.
Como era de esperarse, el bloque de Unión por la Patria (UxP) fue el más activo, con 438 preguntas. Le siguieron el Frente Nacional y Popular (258), la UCR (227) y el Frente PRO (95). Después, en menor medida, aparecen otros bloques como Cambio Federal, Despierta Chubut, Juntos Somos Río Negro y Unidad Federal.
Entre los senadores más preguntones figuran varios históricos del kirchnerismo: Alicia Kirchner lidera la lista con 105 preguntas, seguida por Pablo Blanco (UCR) con 92, y otros como María Eugenia Duré, María Inés Pilatti Vergara, Mariano Recalde y Oscar Parrilli, todos con decenas de requisitorias.
Está claro que Francos no va a tener un trámite sencillo. No se trata solo de leer un documento y saludar. Va a tener que dar explicaciones sobre las decisiones más polémicas del gobierno de Milei, desde el ajuste brutal, pasando por la desregulación del Estado, los conflictos con las provincias, hasta las políticas (o falta de ellas) en salud, educación, cultura y seguridad social.
Villarruel: de aliada a incómoda
Pero si algo le pone picante a esta presentación es el contexto político que la rodea. Francos se va a presentar ante una presidenta del Senado que ya no disimula su malestar con el Gobierno. El vínculo entre Victoria Villarruel y Javier Milei está más que tenso: se hablan poco, se cruzan en redes sociales (de forma indirecta), y el presidente ya no tiene reparos en meterla dentro de la bolsa de la «casta», su palabra favorita para referirse a todo aquel que no le dice que sí.
El punto de quiebre no fue uno solo, sino una suma de roces: Villarruel cuestionó varias veces la falta de gestión política de la Casa Rosada, pidió más espacio para el Senado, y mantuvo reuniones con sectores a los que Milei desprecia, como sindicatos, gobernadores e incluso referentes peronistas. El Presidente, fiel a su estilo, la castigó públicamente con dardos en entrevistas y redes sociales.
Por eso, el regreso al recinto no será solo un acto institucional: hay tensión en el aire, incluso dentro del mismo oficialismo. No hay bloque propio fuerte en el Senado, el peronismo conserva peso, y el radicalismo juega a dos puntas. En ese tablero, Villarruel puede ser árbitro o jugadora, y su rol es clave para el futuro del proyecto mileísta en el Congreso.
Dos meses de silencio senatorial
Otro dato que deja en evidencia el estado de parálisis legislativa: la última sesión del Senado fue el 27 de septiembre, hace ya más de 45 días. Aquel día se trató una ley para ampliar el Registro de Datos Genéticos (por el ARA San Juan), se aprobaron dos pliegos judiciales y se declaró la emergencia ambiental en Córdoba. Desde entonces, ni una sola sesión, ni dictámenes resonantes, ni actividad de peso en comisiones. Silencio parlamentario.
Este miércoles, por fin, los senadores volverán a verse las caras. No por un proyecto de ley urgente ni por una emergencia nacional. Sino porque la Constitución lo exige. Y porque Francos tiene que rendir cuentas.
¿Qué se juega Francos?
Aunque el jefe de Gabinete suele tener un perfil más moderado y dialoguista que otros funcionarios del círculo mileísta, su presencia en el Senado es también un test político. Se juega su capacidad de mantener puentes con la oposición, contener reclamos internos y mostrar que el Ejecutivo todavía puede explicar su rumbo ante el Congreso sin dinamitar todo a su paso.
Será interesante ver si responde con datos, con evasivas o con chicanas. Y más aún, si los senadores lo escuchan con respeto, con ironía o con furia contenida. Porque, seamos honestos: hay mucha bronca acumulada por los recortes, la falta de diálogo y el estilo confrontativo del Presidente.
En resumen, el miércoles no será un trámite. Será una postal del momento político actual: un Gobierno cada vez más encerrado, un Congreso cada vez más incómodo, y una vicepresidenta cada vez más distante. Y en el medio, Francos, con su carpeta llena de respuestas y su sonrisa de funcionario que intenta pilotear la tormenta.
