En un país donde el invierno ya se cobró al menos 15 vidas de personas en situación de calle, la lógica indicaría que todo recurso disponible para combatir el frío saldría disparado a la calle. Sin embargo, en los depósitos del Ministerio de Capital Humano que conduce Sandra Pettovello, más de 65 mil frazadas duermen, prolijamente apiladas, mientras afuera la gente muere congelada.
No es un rumor, ni un cálculo a ojo. Es el resultado de una auditoría interna firmada por la propia ministra y a la que accedió Página/12: en diciembre pasado había 81.861 mantas en stock. Desde entonces, apenas se habrían entregado unas 15 mil. El resto sigue ahí, en Villa Martelli, en Palermo y en Tafí Viejo (Tucumán), como si fueran piezas de museo y no una herramienta básica de supervivencia.
Para Horacio Ávila, referente de la organización Proyecto 7, que trabaja desde hace casi dos décadas con personas sin techo, la situación es incomprensible: “No encontramos ninguna explicación para que no las repartan. Es una perversión y una falta de empatía con el pueblo que no tiene precedentes”, dijo.
El invierno 2024 no es uno más: es, según los registros, el más crudo de los últimos 60 años. La ola polar golpea especialmente en el sur, pero las muertes se reparten por todo el país. Santa Cruz, Chubut, Salta, Corrientes, Mar del Plata, Santa Fe y la Ciudad de Buenos Aires suman nombres y rostros a una lista que crece semana a semana. Muchos de ellos murieron literalmente a metros de lugares donde podrían haber encontrado abrigo, si la política pública hubiera funcionado.
Desde el entorno de Pettovello aseguran que “se están haciendo envíos constantemente”, y que a fines de junio hubo un operativo conjunto con el Ministerio de Defensa para repartir frazadas en la Patagonia. Pero el dato duro es que ese operativo ocurrió cinco días después de la primera muerte confirmada por frío en el sur. Y, según denuncian las organizaciones, los envíos son mínimos y no llegan a las ciudades más afectadas.
Ávila recuerda que en otros años no solo se repartían frazadas, sino kits de abrigo completos, camperas, colchones y ropa, muchas veces provenientes de incautaciones aduaneras. Hoy, nada de eso sucede. De hecho, la ley nacional 27.664, que protege los derechos de las personas en situación de calle, parece haber quedado en el limbo: el Gobierno anunció que no construirá nuevos centros de integración, pero sí “más duchas” en los existentes. “Es algo insólito. Cuando nos dijeron eso, nos levantamos y nos fuimos”, contó el dirigente.
Mientras tanto, las historias se acumulan:
- Un hombre de 59 años, encontrado sin vida en un descampado de Caleta Olivia, víctima del frío extremo.
- Lucas Cárdenas, 26 años, muerto en una obra en construcción en Río Gallegos.
- Un camionero brasileño, congelado esperando pasar a Chile.
- Una mujer sin identificar, hallada en una plaza de Mar del Plata.
- Tres hombres en Corrientes, Ceferino Giménez, un vecino de apellido Coronel y Eduardo Mario Gil.
- Una mujer de 59 años que esperaba el colectivo en Santa Fe.
Y así, hasta llegar a los ocho fallecidos solo en la Ciudad de Buenos Aires en lo que va del invierno.
El Estado tiene las mantas. Tiene los galpones. Tiene los registros. Lo que no parece tener es la decisión de mover todo eso antes de que el parte meteorológico se convierta en parte policial.
Porque si algo queda claro es que las frazadas no abrigan a nadie cuando están guardadas. Y que frente al frío que cala los huesos, la respuesta oficial no puede ser un silencio administrativo ni un operativo tardío para la foto. En este contexto, el mensaje que se lee entre líneas suena brutal: “Si tenés frío, arreglate como puedas”.
El invierno no espera. El frío mata. Y las 65 mil mantas siguen ahí, apiladas, mientras el termómetro y la empatía parecen competir por quién marca el número más bajo.
