En la Argentina actual, la frase “no hay plata” dejó de ser slogan para convertirse en diagnóstico médico. Y no hablamos de la economía en general: hablamos de tu bolsillo, del mío y del de cualquiera que dependa de un salario, una jubilación o un programa social para sobrevivir. El primer semestre del 2024 cerró con la peor caída de ingresos populares en más de veinte años, y los pronósticos para la segunda mitad del año no son precisamente de brindis y fuegos artificiales.

El informe de la Fundación Capital es claro: la masa salarial —ese gran agregado que combina sueldos del sector privado, del sector público y de la seguridad social— se desplomó un 16,5 % interanual en el primer semestre. Un récord, pero de esos que nadie quiere tener en su currículum. Y aunque la caída se moderaría en la segunda mitad del año, igual se espera un bajón del 8,3 %.

En criollo: si estabas esperando que la economía pegue la famosa “salida en V”, prepará el termo y la reposera, porque lo que viene es una larga siesta recesiva.

Las paritarias, ese salvavidas que cada tanto se pincha, apenas si lograron recuperar lo perdido en la gran estampida inflacionaria de diciembre. Los gremios más poderosos —bancarios, comercio, camioneros, metalúrgicos, petroleros, aceiteros, construcción, entre otros— cerraron acuerdos que en el mejor de los casos empataron la inflación del primer semestre. Pero ahora, muchos pactos vienen con aumentos decrecientes: 5 % en junio, 4 % en julio, 3 % en agosto. A eso sumale negociaciones que se cierran con meses de retraso y gremios que ni siquiera tienen subas previstas para el mes en curso.

El panorama laboral no ayuda. Entre diciembre y abril, el sector privado registrado perdió 112 mil empleos, más que en cualquier otra recesión reciente. En 2014, la caída en cinco meses fue de 19 mil; en 2016, de 66 mil; en 2018, de 91 mil. Milei bate récords también en esto: 138 mil puestos menos en el mismo lapso.

Y no es solo el empleo formal el que sufre. Las jubilaciones, desde el cambio de fórmula, se mueven con la inflación… salvo para dos tercios de los beneficiarios que dependen del famoso bono de 70 mil pesos, que sigue clavado mientras los precios suben. Si nada cambia, la jubilación mínima perderá casi un 10 % de poder adquisitivo entre agosto y diciembre.

En el capítulo de programas sociales, la película es desigual. La AUH y la Prestación Alimentar tuvieron aumentos muy por encima de la inflación y mejoraron su poder de compra, algo que suena a milagro en este contexto. Pero el resto no corrió la misma suerte: los planes Volver al Trabajo y Acompañamiento Social quedaron congelados en 78 mil pesos desde diciembre. En siete meses, esa cifra perdió la mitad de su valor real, y si todo sigue igual, cerrará el año con un deterioro del 58,6 %.

La foto final es dura: la masa salarial de la seguridad social cayó un 26,7 % en el primer semestre y, aunque la caída se moderará a un 10 % interanual en la segunda mitad, el daño ya está hecho. Los que ganan por un lado (AUH y Alimentar) pierden por otro (jubilaciones, pensiones, programas de empleo).

Mientras tanto, en los pasillos del poder se repite la misma consigna: “no hay plata”. Lo que no dicen es que, con esta velocidad de caída, no solo se achica la billetera: también se encoge la paciencia social. Porque los números pueden ser fríos, pero el hambre y la desesperación son muy, muy calientes.

agosto 3, 2024