En la Argentina, la creatividad para usar la tecnología siempre encuentra caminos… aunque no siempre sean los más tranquilos. El último experimento viene de la mano del Ministerio de Seguridad, que anunció la creación de la Unidad de Inteligencia Artificial Aplicada a la Seguridad (Uiaas). El nombre suena a laboratorio futurista, pero en la práctica será una suerte de “ciberpatrulla” oficial: un equipo destinado a escanear redes sociales, foros y hasta la dark web en busca de amenazas, disturbios y delitos.
La idea se formalizó a través de la resolución 710/2024, publicada en el Boletín Oficial y firmada por Patricia Bullrich. Allí se explica que la IA es “uno de los cambios socio-tecnológicos más relevantes” y se cita a potencias como Estados Unidos, China o Israel como modelos de aplicación. La Uiaas, según el texto, podrá hacer de todo: desde reconocimiento facial y análisis en tiempo real de cámaras de seguridad, hasta el uso de drones para patrullar zonas amplias. Todo, dicen, “sin erogación presupuestaria”.
La medida llega poco después del viaje de Javier Milei a Silicon Valley, donde prometió que la inteligencia artificial sería usada para “modernizar” el Estado. Sin embargo, el primer uso concreto será policial, y no para agilizar trámites o mejorar hospitales. En la lista de tareas de la Uiaas figuran actividades como “analizar redes sociales para detectar amenazas potenciales” y “crear perfiles de sospechosos a partir del procesamiento masivo de datos”.
Quienes siguen de cerca estas iniciativas no tardaron en encender alarmas. Beatriz Busaniche, presidenta de la Fundación Vía Libre y referente en derechos digitales, fue tajante: “Es una resolución problemática por donde se la mire. Le confía a sistemas automatizados decisiones que afectan la vida de las personas”. Explica que la IA trabaja con patrones estadísticos y carece de contexto: no distingue una broma, una ironía o una metáfora. “Esto puede derivar en errores graves y detenciones arbitrarias”, advierte.
Los antecedentes de Bullrich en este terreno no ayudan a calmar los ánimos. En marzo, su cartera ordenó allanar la casa de un joven que, en Instagram, dijo que quería “pegarle un tiro en la cabeza” al presidente. En el expediente se argumentó que el muchacho tenía “vínculos comunistas” y afinidad con propaganda soviética. Semanas después, en Chubut, otro hombre fue detenido por amenazas en redes contra Milei, Villarruel y la propia ministra. Y a principios de año, se habló de un supuesto atentado planificado por tres “sospechosos” que terminaron siendo un peluquero, un jugador de ping pong y un usuario que se definía como mercenario… todos liberados por falta de pruebas.
Durante su gestión con Macri, Bullrich también se hizo conocida por detener a jóvenes que publicaban mensajes irónicos o cuentas falsas con supuestas amenazas. En 2016, dos veinteañeros pasaron por una comisaría por abrir una cuenta en Twitter con mensajes en árabe y fotos del Shopping Abasto.
La gran pregunta es quién y cómo controlará que esta nueva unidad no se convierta en un Gran Hermano estatal con licencia para husmear todo lo que decimos en internet. Porque, aunque la resolución habla de actuar “en el marco de la Constitución”, la práctica del ciberpatrullaje ya ha demostrado que es fácil pasarse de la raya.
En su descripción más ambiciosa, la Uiaas podrá:
- Vigilar redes, aplicaciones y la dark web.
- Identificar personas con reconocimiento facial.
- Analizar imágenes de cámaras en tiempo real.
- Usar algoritmos para predecir delitos.
- Detectar ciberataques y malware antes de que ocurran.
- Coordinar datos entre fuerzas de seguridad.
- Patrullar con drones y usar robots para desactivar explosivos.
Suena impresionante… y a la vez inquietante. Porque la tecnología no es mala en sí: todo depende de quién la maneje, para qué y con qué límites. Y en un país donde la política muchas veces confunde disenso con amenaza, el riesgo de que la IA se use para perseguir opositores o silenciar voces críticas es real.
En definitiva, la Uiaas es el último capítulo en la saga de Patricia Bullrich y su romance con la vigilancia digital. Un capítulo que mezcla promesas de modernización con fantasmas de espionaje y abuso de poder. El tiempo dirá si se trata de un salto hacia una seguridad más inteligente… o de una peligrosa puerta abierta al control masivo.
