La Fragata ARA Libertad volvió a convertirse en protagonista de una jornada cargada de emoción al finalizar oficialmente su 53° viaje de instrucción. En las primeras horas del domingo, el buque escuela de la Armada Argentina hizo su entrada en el Puerto de Buenos Aires, marcando el cierre de una travesía de casi medio año que dejó huellas imborrables en cada uno de sus tripulantes y que volvió a conectar al país con una de sus tradiciones navales más emblemáticas.

Luego de 169 días de navegación, la nave regresó desde alta mar ante la mirada expectante de cientos de personas que se acercaron para presenciar su arribo. La embarcación, conocida por su porte majestuoso y su condición de embajadora flotante de la Nación, completó además un extenso recorrido de 39.700 kilómetros, durante el cual visitó diez puertos internacionales. Este itinerario, como ocurre en cada viaje anual, tuvo como objetivo consolidar la formación profesional de los futuros oficiales navales y fortalecer los vínculos institucionales y diplomáticos con otros países.

La Fragata había partido el pasado 7 de junio con 270 integrantes a bordo, entre ellos 51 guardiamarinas en comisión, quienes asumieron el desafío de vivir durante casi seis meses a bordo de un buque a vela de gran envergadura, sometiéndose a las exigencias propias de la vida marinera. Durante la travesía, los jóvenes oficiales en formación se enfrentaron a prácticas fundamentales para su futuro desempeño, como maniobras con velas, navegación astronómica, guardias operativas y ejercicios de liderazgo, además de actividades protocolares en los distintos destinos.

Aproximadamente a las 10 de la mañana del domingo, la silueta de la nave comenzó a recortarse claramente en el horizonte porteño. Sus tres palos, el blanco de su casco y la bandera argentina ondeando al viento anticiparon la emoción del reencuentro. La embarcación ingresó a la dársena norte escoltada por unidades menores que acompañaron el último tramo del viaje, mientras desde tierra firme se escuchaban aplausos, saludos y gritos de alegría.

En el puerto se congregaron familiares de los tripulantes, ex miembros de la Armada, autoridades civiles y militares, y también vecinos curiosos que no quisieron perderse la llegada. La banda de música de la fuerza naval interpretó marchas tradicionales, lo que sumó solemnidad al acto y llenó de simbolismo el cierre de la misión. Muchas familias esperaban con carteles, banderas y flores, y la emoción fue creciendo a medida que el buque terminaba las maniobras de atraque.

El reencuentro, como ocurre año tras año, regaló postales de abrazos largos, lágrimas contenidas durante meses y risas que parecían romper la tensión acumulada. Algunos tripulantes descendieron con evidente cansancio, pero con la satisfacción de haber completado una experiencia profesional y personal de enorme valor. Una de las marineras apenas pudo describir lo que sentía y solo alcanzó a decir que estaba “muy feliz de volver a ver a la familia después de seis meses intensos”. A su lado, otro de los jóvenes guardiamarinas enfatizó que el viaje había sido “una etapa de enorme aprendizaje, tanto técnico como humano”. Para muchos de ellos, este periplo representa su primer contacto prolongado con la vida naval propiamente dicha, lejos de tierra firme, en convivencia con una tripulación numerosa y bajo las exigencias de una embarcación de tradición centenaria.

Entre las historias personales que se multiplicaron en el muelle, una de las más conmovedoras fue la de un joven marinero que fue recibido por sus padres llegados desde Punta Alta. “La espera fue interminable, pero ahora ya está, lo tengo de vuelta conmigo”, dijo su madre, visiblemente emocionada, mientras lo abrazaba sin soltarlo. Alrededor se repetían escenas similares: chicos subiéndose a los brazos de sus padres, parejas reencontrándose después de meses de comunicación a distancia y compañeros de tripulación celebrando juntos el cierre de una etapa.

Durante la travesía, la Fragata hizo escala en puertos de Brasil, España, Noruega, Alemania, Países Bajos, Portugal, Costa Rica, Estados Unidos y República Dominicana, donde cumplió actividades protocolares, culturales y de intercambio profesional con otras armadas. Estos viajes no solo tienen valor formativo, sino también diplomático: permiten exhibir al mundo el trabajo de la Armada Argentina, fortalecer lazos internacionales y presentar la cultura nacional en distintos escenarios.

Con el regreso concretado y los tripulantes reencontrados con los suyos, la Fragata Libertad permanecerá ahora en el Puerto de Buenos Aires durante un período destinado a actividades institucionales, visitas guiadas y las tareas de mantenimiento necesarias para preservar su operatividad. A pesar de que acaba de finalizar una extensa misión, la planificación naval ya establece que la próxima expedición tendrá lugar en 2026, manteniendo así la tradición anual intermitente según las necesidades y disponibilidad de la fuerza.

La llegada de la Fragata Libertad no solo simboliza el final de un viaje más, sino también la continuidad de una tradición que ha formado generaciones de marinos y que se mantiene como uno de los emblemas más queridos de la Armada y del país. Su retorno volvió a confirmar el poder que tiene esta nave para unir pasado, presente y futuro en una sola imagen: la de un buque histórico que avanza con firmeza, llevando consigo el espíritu marítimo argentino.

noviembre 23, 2025