Desde su irrupción en el escenario político argentino, La Libertad Avanza se presentó como la gran esperanza de transformación y renovación para un país cansado de las viejas estructuras políticas. El movimiento liderado por Javier Milei logró, tras una campaña electoral con fuerte repercusión mediática, desplazar al peronismo tradicional, agotado y sin nuevas propuestas, para llevarlo a la presidencia a fines del año pasado. Esta victoria fue celebrada como un hito, una promesa de un cambio radical en la vida social, política y económica de Argentina.
Sin embargo, a menos de un año de su llegada al poder, el proyecto político que impulsó La Libertad Avanza ha mostrado importantes grietas y dificultades que ponen en duda su continuidad y la efectividad de sus propuestas. Lejos de consolidar una nueva forma de gobernar, el espacio ha tenido que enfrentar una serie de conflictos internos y polémicas que han marcado su gestión.
Uno de los primeros grandes escollos surgió con la oleada de renuncias dentro del partido. Muchos de los fundadores y referentes originales abandonaron el espacio o fueron desplazados, dejando en evidencia una crisis de identidad política y una incapacidad para cohesionar un bloque sólido. Además, la incorporación de figuras consideradas parte del “establishment” político, o “los mismos de siempre”, generó desconcierto y desilusión entre los votantes que esperaban un cambio real y profundo.
La interna del bloque parlamentario no tardó en mostrar signos de tensión. Se sucedieron cruces y acusaciones públicas entre diputados y senadores, señal de que las discrepancias ideológicas y personales están muy presentes. La controversia alcanzó un punto crítico con la visita de ciertos diputados libertarios a represores detenidos en la cárcel de Ezeiza. Este hecho escandaloso provocó una crisis dentro del espacio, al revelarse que algunos integrantes buscaban impulsar un proyecto de ley que beneficiaría a personas condenadas por crímenes de lesa humanidad.
Lourdes Arrieta, una joven funcionaria que formaba parte del grupo que visitó a los represores, se convirtió en una figura central del conflicto tras filtrar información sobre la reunión y las intenciones legislativas. En sus declaraciones, Arrieta aseguró que el proyecto contaba con el aval de figuras importantes del espacio, entre ellas Patricia Bullrich y Martín Menem, lo que profundizó aún más la controversia. A raíz de sus revelaciones, Lourdes fue desvinculada oficialmente de La Libertad Avanza y ha expresado temor por su seguridad, denunciando amenazas relacionadas con lo que expuso.
Por otro lado, Lilia Lemoine, otra voz interna del partido, criticó duramente a Victoria Villarruel, acusándola de no defender al espacio frente a las acusaciones que circulaban en redes sociales y en tribunales. Estas disputas públicas ponen en evidencia la falta de una conducción firme y la fragilidad de la estructura interna del partido.
Este cúmulo de problemas contrasta fuertemente con la imagen que La Libertad Avanza proyectaba durante la campaña: un movimiento que venía a acabar con los privilegios de la “casta política” y a implementar reformas profundas para recuperar la economía y la institucionalidad. La realidad, a menos de un año de gobierno, es otra: un espacio fragmentado, con miembros enfrentados y cuestionado por contradicciones que debilitan su autoridad y credibilidad.
En materia económica, el presidente Javier Milei ha intentado mantener un discurso de ajuste y control fiscal, fundamental para su proyecto de país. Recientemente, anunció que vetará el aumento previsto para los jubilados, argumentando la necesidad de preservar la caja del Estado y evitar un desequilibrio fiscal. Esta decisión ha generado polémica y críticas, especialmente por el impacto que tendrá en los sectores más vulnerables.
Sin embargo, mientras se muestra estricto con este tipo de gastos, defendió la asignación de 100 mil millones de pesos para la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), sin detallar el destino ni desglose de estos fondos. Esta aparente contradicción ha sido motivo de cuestionamientos tanto dentro como fuera del oficialismo, y pone en duda la coherencia en la aplicación de sus principios económicos y de transparencia.
En resumen, La Libertad Avanza enfrenta una encrucijada compleja. La promesa de cambio y renovación que llevó a Javier Milei a la presidencia se ha visto opacada por conflictos internos, decisiones controvertidas y una falta de cohesión política. A medida que transcurre el tiempo, la capacidad del espacio para superar estas dificultades y cumplir con las expectativas de sus votantes será determinante para el futuro del gobierno y para el rumbo que tome Argentina en los próximos años.
