En la Argentina, pocas cosas son tan sagradas como un buen desayuno con pan y manteca. Pero esta semana, esa postal costumbrista se topó con un baldazo de agua fría: la ANMAT prohibió una marca de manteca que, según descubrió, era todo menos confiable.

La historia empezó con la sospecha de un consumidor. Un día, alguien compró una manteca “La Campana” y notó algo raro: ni el color, ni el olor, ni el sabor, ni la textura eran los de toda la vida. La inquietud llegó al Instituto Nacional de Alimentos (INAL), y de ahí comenzó una investigación que terminó destapando el pote.

Lo que encontraron fue grave: el envase llevaba un número de registro de establecimiento (RNE) que en realidad pertenecía a otra empresa. Dicho de otra forma: los datos del envase eran falsos. Y cuando un alimento miente sobre quién lo produce, no solo rompe la confianza del consumidor, sino que se salta los controles sanitarios que garantizan que lo que comemos sea seguro.

La disposición 8081/2024, publicada en el Boletín Oficial, fue clara: prohibición de venta en todo el país y eliminación de cualquier publicación online del producto “Manteca, primera calidad, pasteurizada, marca ‘La Campana’, contenido neto 200 gr., RNE 02-030758, RPPA 02-533339”, en cualquier presentación, lote o fecha de vencimiento.

La medida no es un simple formalismo. La ANMAT también emitió una alerta alimentaria recomendando a la población no consumir este producto y pidiendo a los comerciantes retirarlo de circulación. En términos prácticos: si lo ves en una góndola o en una página de ventas, mejor pasá de largo.

Más allá del caso puntual, lo que deja esta historia es una reflexión sobre la trazabilidad de los alimentos. En tiempos en los que todo se compra por internet y muchas veces no vemos ni al vendedor, la confianza se vuelve un insumo tan importante como la materia prima. Y cuando esa confianza se rompe, no hay tostada que lo arregle.

Porque sí, hablamos de una manteca. Pero también hablamos de controles que detectan irregularidades antes de que el problema sea mayor. De consumidores que se animan a denunciar cuando algo no cierra. Y de la necesidad de que cada dato en una etiqueta sea cierto, porque de eso depende no solo la calidad, sino la salud.

En este caso, la trampa fue detectada a tiempo. Ahora queda que las autoridades sigan con el seguimiento, que los comercios cumplan con la orden de retiro y que los consumidores aprendamos a mirar dos veces lo que compramos. La manteca se derrite, pero la desconfianza cuesta mucho más en desaparecer.

septiembre 11, 2024