Desde fines de diciembre de 2024, la Patagonia atraviesa una de sus temporadas más críticas de incendios forestales en décadas. Con condiciones climáticas extremas, sequías históricas y una respuesta todavía limitada, la región enfrenta un desafío sin precedentes que afecta miles de hectáreas de bosques nativos, parques nacionales, y pone en riesgo la vida y los medios de subsistencia de cientos de familias.
El Manso: un fuego que amenaza con desbordarse
El foco más alarmante se encuentra en El Manso, una pequeña localidad rural a 80 kilómetros de San Carlos de Bariloche, conocida por su entorno natural y comunidades de montaña. Allí, el incendio comenzó el 16 de diciembre de 2024, producto de una tormenta eléctrica seca que generó tres focos simultáneos: Cerro Ventisquero, Lago Manzano y Río Villegas.
Si bien los incendios en Cerro Ventisquero y Río Villegas lograron ser controlados, el área alrededor del Lago Manzano permanece ardiente y con alta actividad, complicando el trabajo de los brigadistas y provocando angustia en los vecinos.
Daia Giorlando, residente y referente comunitaria de El Manso, comparte con Página/12 la cruda realidad diaria: “Despertamos y nos acostamos con miedo, ansiedad y una gran incertidumbre. La ayuda que llega es insuficiente para el tamaño del incendio. Necesitamos con urgencia aviones hidrantes, muchos helicópteros con helivaldes, porque el fuego no se combate solo desde tierra, sobre todo en terrenos tan inaccesibles y accidentados como los nuestros. Sin esta ayuda, esto puede terminar siendo una catástrofe como en El Bolsón o El Hoyo.”
El Manso está lejos de ser un caso aislado. La dispersión del fuego en la cordillera, combinada con la dificultad para acceder a ciertas zonas, limita la acción rápida y eficaz. Además, el viento cambiante y las altas temperaturas generan que el fuego se propague a gran velocidad, amenazando propiedades, caminos y reservas naturales.
El Bolsón: resistencia y preparación comunitaria
El incendio en El Bolsón, que comenzó a fines de enero, ha consumido miles de hectáreas y afectado múltiples barrios y áreas rurales. Shanti, un brigadista voluntario que forma parte de la “Brigada Patagónica”, describe con detalle la labor y los obstáculos que enfrentan: “Salimos con nuestros propios recursos, autos y herramientas. Hemos tenido que capacitar en terreno, aprender de quienes tienen experiencia y adaptarnos a las condiciones extremas. La zona de Mallín Ahogado lleva 11 días en llamas y aunque ahora está un poco más tranquila en las zonas rurales donde viven familias, el fuego sigue activo en áreas muy amplias y difíciles de controlar.”
Shanti insiste en que el incendio no está controlado, sino contenido. Esto significa que aunque no hay un avance masivo, existen focos activos y esporádicos que pueden reactivarse y generar un rebrote. “Por eso hacemos guardias de ceniza, especialmente en zonas donde el fuego puede reavivarse. En el faldeo este y norte del Cerro Hielo Azul, el incendio está casi fuera de control. El terreno es muy accidentado y peligroso, lo que dificulta el trabajo de los brigadistas.”
Además de la tarea en el terreno, la Brigada Patagónica ha recibido donaciones y equipamiento desde distintas provincias y organizaciones sociales, lo que ha fortalecido la capacidad local. “Pero hace falta mucho más apoyo estatal para tener equipamiento adecuado y medios aéreos que permitan atacar el incendio desde el aire,” añade.
El impacto ambiental: una catástrofe para los bosques nativos y la biodiversidad
Los incendios en la Patagonia no solo amenazan la vida humana, sino que están devastando ecosistemas únicos y frágiles. Los bosques de lenga, coihue y arrayán, característicos de la región, sufren un daño irreparable que afectará a la biodiversidad durante décadas.
Especialistas en ecología advierten que el cambio climático, con olas de calor más frecuentes y prolongadas, ha aumentado la vulnerabilidad de estos bosques. La sequía extrema ha secado el suelo y la vegetación, creando condiciones ideales para que el fuego se propague rápidamente y con mayor intensidad.
Según informes preliminares, el incendio en el Parque Nacional Lanín ya afectó más de 15.200 hectáreas, poniendo en riesgo especies protegidas y hábitats críticos. A su vez, las cenizas y partículas liberadas en el aire generan problemas de salud respiratoria en las poblaciones cercanas.
La respuesta institucional: desafíos y limitaciones
La coordinación entre diferentes organismos ha sido fundamental, pero insuficiente ante la magnitud de la crisis. El Comando Unificado del Parque Nacional Lanín y el Gobierno de Neuquén reportan avances parciales en ciertos sectores, pero la falta de recursos aéreos sigue siendo un obstáculo clave.
En El Manso y El Bolsón, la ausencia de suficientes aviones hidrantes y helicópteros con helivaldes ha retrasado el control total de los incendios. Brigadistas y vecinos exigen que el gobierno nacional y provincial prioricen la inversión en equipamiento y personal especializado para la lucha contra incendios forestales, así como mejores sistemas de alerta temprana y prevención.
Historias de resistencia y solidaridad comunitaria
En medio del drama, las comunidades patagónicas demuestran una resiliencia notable. La Brigada Patagónica, conformada por voluntarios, vecinos y profesionales, se ha convertido en un símbolo de resistencia y compromiso social.
En El Bolsón, grupos vecinales organizan cooperativas de ayuda, recolectan donaciones y ayudan a las familias afectadas por las evacuaciones. La solidaridad se extiende por toda la región, con aportes de otras provincias y ONG que colaboran en equipamiento, asistencia alimentaria y psicológica.
Lo que viene: reconstrucción y reflexión
La temporada de incendios en la Patagonia ha dejado al descubierto la urgencia de replantear políticas ambientales, de prevención y manejo de bosques nativos. Expertos advierten que la respuesta a corto plazo debe incluir el fortalecimiento de los sistemas de combate a incendios, pero también se requiere un enfoque integral para mitigar los efectos del cambio climático, restaurar ecosistemas dañados y proteger a las comunidades vulnerables.
Mientras tanto, en El Manso y El Bolsón, los habitantes continúan vigilantes y organizados, esperando que el fuego finalmente se controle y que las autoridades escuchen sus demandas para evitar que estas tragedias se repitan año tras año.