En un clima marcado por la tensión política y el descontento social, miles de personas se congregaron en Plaza de Mayo para rechazar lo que los organismos de derechos humanos denuncian como un brutal vaciamiento de la Secretaría de Derechos Humanos y un intento por desmantelar décadas de políticas públicas basadas en memoria, verdad y justicia. Con temperaturas frías pero un sol persistente, la emblemática ronda de los jueves se transformó en una multitudinaria manifestación que unió a Madres, Abuelas, referentes históricos, trabajadores despedidos y militantes de distintas vertientes políticas.
El acto fue encabezado por dos figuras emblemáticas de la lucha por los derechos humanos: Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, y el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel. Ambos se presentaron ante una multitud que, más allá del frío, no dejó de aplaudirlos con emoción. La movilización fue convocada tras una seguidilla de medidas del Gobierno Nacional que incluyen más de 80 despidos en la Secretaría de Derechos Humanos, la amenaza de cierre de la CONADI (Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad), y la derogación de resoluciones que regulaban el funcionamiento de espacios de memoria y archivos vinculados a los crímenes del terrorismo de Estado.
Desde el escenario montado frente al Cabildo, Estela de Carlotto habló con claridad: “Este país está siendo desestimado por quien debería cuidarlo, pero va a salir de esta sombra más temprano que tarde”. Su discurso, breve pero contundente, buscó transmitir esperanza y resistencia. “No se trata solo de animar a la juventud, sino a todo el pueblo. Todos podemos hacer algo. La violencia no debe existir, pero la resistencia sí. Y el amor por el otro, con más razón”.
A su lado, trabajadoras y trabajadores despedidos de diferentes áreas del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos sostenían banderas y pancartas. Entre ellas, estaban las arqueólogas que trabajaban en el ex centro clandestino Club Atlético, hoy sin empleo. También los técnicos del Ministerio de Defensa que investigaban archivos de las Fuerzas Armadas. A muchos de ellos les notificaron los despidos en la puerta del edificio, en una escena tan simbólica como dolorosa: un oficial armado leía en voz alta quién podía ingresar y quién no.
Uno de los principales focos de la preocupación es la posible disolución de la CONADI, organismo que durante más de dos décadas ha sido clave en la búsqueda de niños apropiados durante la dictadura. Su cierre significaría, según señalaron los organismos, un retroceso histórico sin precedentes en democracia. “Tengo dos sobrinos que fueron recuperados gracias a Estela. No podemos permitir que todo eso se pierda”, dijo Héctor Francisetti, hermano de una desaparecida y testigo de esa lucha.
En la plaza también estaban representantes de distintas fuerzas políticas, como el diputado del FIT Nicolás del Caño, quien destacó que “la unidad en defensa de derechos democráticos básicos es fundamental”, y dirigentes de Unión por la Patria como Leopoldo Moreau, Julia Strada y Eduardo Valdés. La presencia de agrupaciones como La Cámpora, el Polo Obrero y el PTS, que coincidieron en la plaza, marcó un hecho poco común: una confluencia transversal en defensa de la memoria histórica.
Otro de los testimonios que conmovió fue el de Fernando Araldi, hijo de Diana Oesterheld —embarazada al momento de su desaparición en 1976—, quien continúa buscando a su hermano o sobrino nacido en cautiverio. “Cerrar la CONADI sería un golpe durísimo. Es una herramienta del Estado que no puede desaparecer”, expresó mientras caminaba entre la gente con su pechera de Abuelas.
En medio de carteles que decían “Son 30.000” y “La patria es el otro”, se leyó un documento elaborado por los organismos convocantes. Allí se denunció que ningún gobierno democrático, ni siquiera los de Menem, De la Rúa o Macri, había avanzado en medidas de desmantelamiento institucional como las que está llevando adelante la gestión de Javier Milei. Incluso hubo menciones positivas a gestos pasados de figuras de otros espacios, como María Eugenia Vidal, quien durante su gestión habilitó la ex comisaría quinta de La Plata como sitio de memoria.
La jornada cerró con un emotivo mensaje de Adolfo Pérez Esquivel. Dolido por la reciente muerte de su hijo y de Norita Cortiñas, dijo que “la memoria es más fuerte que el olvido, y no podrán borrar lo que el pueblo construyó con lucha”. Llamó a la unidad y advirtió que “quieren convertirnos en una colonia, pero no lo permitiremos. Debemos llenar todas las plazas del país y decirles a los gobernadores: no se vendan por 30 monedas”.
Antes del cierre, Myriam Bregman subió al escenario con familiares de detenidos durante la represión a la movilización contra la Ley Bases. Entre abrazos, todos se acercaron a saludar a Estela, quien, a sus 93 años, sigue siendo símbolo de dignidad y esperanza.
La movilización dejó un mensaje claro: en Argentina, el pueblo no está dispuesto a olvidar. La memoria no es negociable. Y frente a los intentos de retroceso, la resistencia se activa en las plazas, en las calles, y en la voz de quienes siguen buscando justicia.
