Se cumplen 23 años de la desaparición de María de los Ángeles “Marita” Verón, la joven tucumana secuestrada el 3 de abril de 2002 cuando salía de su casa para ir a una consulta médica. Tenía 23 años, una hija pequeña y toda una vida por delante. Aquel día, su historia quedó marcada por la tragedia, pero también por la resistencia y el coraje de su madre, Susana Trimarco, quien transformó la búsqueda de su hija en una causa nacional: la lucha contra la trata de personas.
Dos décadas después, el caso Marita Verón sigue siendo uno de los episodios más emblemáticos de violaciones a los derechos humanos en democracia. No solo expuso la existencia de redes de trata con fines de explotación sexual en Argentina, sino también la complicidad institucional, la corrupción policial y judicial, y las profundas heridas que deja este delito en las familias y en la sociedad.
Un caso que rompió el silencio
Marita Verón desapareció en la ciudad de San Miguel de Tucumán el 3 de abril de 2002. Lo que en un principio fue tratado por las autoridades como una «ausencia voluntaria», pronto se convirtió en algo mucho más grave. Su madre, Susana Trimarco, comenzó una investigación por su cuenta, golpeando puertas, infiltrándose en prostíbulos y enfrentando amenazas para descubrir la red que se había llevado a su hija.
Su lucha incansable reveló una trama criminal compleja, donde estaban involucradas personas del poder judicial, la policía y el poder político. Gracias a su investigación, se logró liberar a decenas de mujeres secuestradas para explotación sexual en prostíbulos de Tucumán, La Rioja y otras provincias. Pero Marita nunca apareció.
A pesar del dolor, Trimarco decidió seguir adelante con su cruzada. Fundó la Fundación María de los Ángeles, que desde 2007 ha asistido a miles de víctimas de trata y violencia de género, proporcionando apoyo legal, psicológico y social. Su trabajo ha sido reconocido internacionalmente, y en 2007 fue nominada al Premio Nobel de la Paz.
Un juicio que marcó un antes y un después
En 2012, diez años después de la desaparición, se inició el juicio oral contra trece imputados por el secuestro y sometimiento de Marita Verón. Sin embargo, el 11 de diciembre de ese año, el tribunal absolvió a todos los acusados, generando una indignación social sin precedentes. La reacción fue inmediata: marchas en todo el país, repudio público e incluso un pronunciamiento de la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
La presión social y las irregularidades evidentes llevaron a que, en 2013, la Corte Suprema de Tucumán anulara la sentencia absolutoria. En un nuevo fallo, diez de los trece acusados fueron condenados a penas de entre 6 y 22 años de prisión. El caso se convirtió en un emblema del poder de la sociedad civil frente a la impunidad.
El legado de Marita
El caso Verón tuvo un impacto legislativo directo. En 2008, se sancionó en Argentina la Ley 26.364, que establece normas para la prevención y sanción de la trata de personas y la asistencia a las víctimas. Fue modificada en 2012 para eliminar el requisito de que las víctimas mayores de edad demostraran que no habían consentido su explotación, una traba que impedía muchas veces avanzar en las causas judiciales.
Gracias al empuje de la Fundación María de los Ángeles y organizaciones de derechos humanos, se crearon redes de asistencia a víctimas, programas de reintegración social y campañas de concientización. También se impulsó la articulación entre organismos estatales y fuerzas de seguridad para el abordaje integral del delito de trata.
Sin embargo, los desafíos persisten. La trata de personas sigue siendo una problemática vigente y compleja, alimentada por la desigualdad, la violencia de género, la demanda de explotación sexual y la connivencia del poder. Según estadísticas oficiales, cientos de mujeres y niñas siguen desapareciendo cada año en el país. Y muchas veces, sus casos no tienen la visibilidad ni el respaldo institucional que tuvo Marita.
Una madre que hizo historia
A sus 69 años, Susana Trimarco continúa siendo una voz firme y presente. Con el dolor intacto pero con la convicción de que su hija no desapareció en vano, sigue impulsando acciones para erradicar la trata. Cada aniversario es para ella un recordatorio del horror, pero también una reafirmación de la esperanza y la lucha colectiva.
“Marita vive en cada mujer rescatada, en cada niña que puede volver con su familia. Esa es la justicia que yo busco”, ha dicho en entrevistas recientes.
Hoy, a 23 años de aquel día fatídico, miles de personas en Argentina recuerdan a Marita Verón no solo como una víctima, sino como el rostro de una causa que conmovió al país. Su desaparición encendió una luz sobre uno de los crímenes más invisibles y silenciados, y su historia sigue impulsando transformaciones que salvan vidas.
Porque mientras haya una madre como Susana Trimarco, habrá una sociedad que no se resigna. Marita no está, pero su nombre es bandera de memoria, verdad y justicia.