Este año, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, encabezado por Jorge Macri, decidió reducir drásticamente la cantidad de corsos de carnaval. De los más de 20 habituales, solo se harán 8. La medida se presentó como una forma de “ordenar la Ciudad” y evitar cortes de calles, pero en realidad impacta directamente en miles de personas que trabajan y viven del carnaval.
Según Macri, el objetivo es que los festejos “se hagan en orden”, aunque muchos ven detrás de esto un nuevo capítulo del ajuste cultural que también impulsa el gobierno nacional de Javier Milei. El recorte es fuerte: se bajaron un 64% los corsos callejeros respecto al año anterior. Y no solo se reduce la cantidad de eventos, también caen las jornadas de carnaval, los cortes de calle, y con eso, una fuente de ingresos clave para muchas familias.
Desde las murgas porteñas expresaron su preocupación y rechazo. Felipe Fiscina, delegado del Circuito Carnaval Porteño, contó que la nueva gestión recién los recibió a mediados de enero, cuando los corsos arrancaban en febrero. Además, criticó que mientras seguían negociando con el Ministerio de Cultura, Macri salió a anunciar el recorte por redes sociales como si fuera un logro. “Nos hacen discutir sobre cortes de calle, cuando el corso es un evento cultural, no un piquete”, resumió Fiscina, indignado.
Hay que recordar que las murgas son Patrimonio Cultural de la Ciudad desde 1997, y no se trata solo de “ruido y baile”, sino de una expresión cultural con fuerte arraigo barrial. Para este año, las agrupaciones habían propuesto organizar 28 corsos, pero el Gobierno porteño primero bajó a 15, y luego solo aceptó 8, con la posibilidad de agregar algunos más “si daba el presupuesto”.
Este recorte no solo limita la expresión artística y la cultura popular, también afecta a mucha gente que vive directa o indirectamente del carnaval: desde músicos y vestuaristas hasta choferes, feriantes, vendedores ambulantes, gastronómicos y técnicos.
Verónica Mariño, directora de la murga “Los Elegidos del Dios Momo”, fue clara: “Anunciar con orgullo un recorte así es el reflejo del fracaso político. No se puede festejar quitarle trabajo a la gente, y menos en un contexto de crisis como el que vivimos”. Según Mariño, el carnaval genera empleo en rubros como la gastronomía, la costura, el transporte, la metalurgia (para los instrumentos), la escenografía, entre otros.
Aunque no hay cifras exactas, se estima que miles de trabajadores quedan afectados por esta decisión. Solo en transporte, hay más de 400 choferes que este año perderán ingresos. Y si sumamos a todos los que dependen de estos eventos para vender comida, bebidas o ropa, el número crece aún más.
Mariño agrega algo clave: “En otras ciudades del mundo el carnaval se apoya y se potencia porque genera turismo, trabajo y cultura. Acá lo recortan y lo censuran. Es como si no quisieran ver el valor que tiene”.
En resumen, lo que para el Gobierno porteño es una “victoria del orden”, para miles de personas es un duro golpe a sus fuentes de ingreso y una muestra más de cómo se está desarmando la cultura popular en nombre del ajuste. Mientras en otros lugares del mundo el carnaval se vive como una fiesta que une, acá lo están transformando en un problema de tránsito.
Y como bien dicen desde las murgas, no se trata solo de un desfile: es parte de nuestra identidad, del trabajo barrial, y una oportunidad para celebrar en comunidad. Pero parece que eso ya no entra en los planes de los que gobiernan.
