Como cada 7 de agosto, el barrio de Liniers se transforma en escenario de una de las manifestaciones de fe más multitudinarias del país. Desde días antes, miles de personas se congregan frente al santuario de San Cayetano para agradecer, pedir trabajo o simplemente renovar su esperanza en tiempos difíciles. El santo, reconocido por su vínculo con los trabajadores y los sectores más humildes, vuelve a ser el punto de encuentro entre lo religioso y lo social.

Las inmediaciones de la parroquia, ubicada sobre la calle Cuzco al 100, se vieron colmadas de devotos que pasaron la noche en carpas, sillas o simplemente con mantas sobre la vereda. Desde la esquina de Cuzco y Ramón Falcón hasta varias cuadras hacia el sur, se desplegaron puestos de comida, baños químicos, banderas y pequeñas santerías improvisadas que ofrecían desde velas hasta imágenes religiosas. No faltaron tampoco las agrupaciones que llegaron en columnas organizadas, muchas de ellas con destino final en Plaza de Mayo, donde se realizó una movilización para visibilizar el descontento frente a la actual situación económica.

“Hace más de una década que vengo. Venga bien o mal, siempre vengo”, cuenta Félix, jubilado, mientras sostiene su mate tibio. “La plata no alcanza, eso lo sabe todo el mundo. Pero acá uno siente que no está solo”. Junto a él, un grupo de vecinos comparte una olla popular con guiso y pan, organizada por voluntarios y movimientos comunitarios.

En un contexto marcado por la inflación, el desempleo y el aumento de la pobreza, muchas de las personas que asistieron a la vigilia no lo hicieron únicamente por devoción religiosa. La festividad de San Cayetano, históricamente ligada al pedido de pan y trabajo, fue también este año una oportunidad para expresar preocupaciones colectivas. La marcha posterior hacia el centro porteño fue convocada por centrales sindicales, organizaciones sociales y agrupaciones de derechos humanos, que denunciaron el impacto de las políticas económicas del gobierno nacional sobre los sectores más vulnerables.

Fanny, trabajadora de casas particulares, llegó con su hija desde González Catán. “Yo agradezco tener un trabajo, aunque no alcance. Pero sé de muchas compañeras que quedaron sin nada. La situación es desesperante”, explicó. Ella fue una de las que durmió frente a la iglesia desde el lunes, acompañada por otras mujeres con hijos, colchones y termos. “Venimos por fe, pero también porque ya no sabemos a quién recurrir”, agregó.

El despliegue incluyó también a comunidades religiosas de distintas regiones. Desde Junín, un grupo de fieles afroargentinos llegó caminando en peregrinación, llevando una imagen de la Virgen de Luján y otra del llamado Negrito Manuel, figura histórica vinculada al santuario de Luján. Tamara, una de sus integrantes, destacó la importancia de hacer visible no solo el reclamo por trabajo, sino también las luchas por reconocimiento cultural. “La fe es parte de nuestra historia, y también la resistencia. Pedimos fuerza para seguir, y que los gobernantes escuchen a quienes están cayendo del sistema”, señaló.

En paralelo al fervor espiritual, la feria montada sobre la calle Viedma funcionó como punto de encuentro entre lo religioso y lo popular. Allí se podían encontrar espigas, rosarios, pulseras artesanales y hasta pequeños altares de cartón. Muchos comerciantes del barrio adaptaron sus negocios al contexto: algunos locales de ropa con poca venta incorporaron artículos religiosos para aprovechar la afluencia de gente.

Ya entrada la noche, sobre el escenario montado frente a la parroquia, músicos folklóricos y grupos corales animaron la espera. Entre una canción y otra, se repetía el pedido colectivo: pan, paz y trabajo. El frío y la amenaza de lluvia no detuvieron a los presentes, que con paraguas, camperas y mantas, resistieron las inclemencias con convicción.

Cerca de la medianoche, comenzaron los primeros movimientos de las columnas que se dirigieron hacia Plaza de Mayo. Bajo consignas como “El trabajo es un derecho” y “No al ajuste”, la movilización sumó a integrantes de la CGT, las CTA y organizaciones como la UTEP. El eje central fue la defensa de los derechos laborales y la denuncia de un modelo económico que, según los manifestantes, agrava las desigualdades.

“Nos movilizamos por los que ya no pueden más”, expresó Tamara antes de emprender la marcha. “Por quienes perdieron todo, por quienes tienen hambre, por quienes se sienten solos. San Cayetano representa eso: que nadie se quede atrás”.

agosto 8, 2025