El 18 de marzo de 1996, Argentina despidió con profundo dolor a Niní Marshall, una de las artistas más queridas, inteligentes y transgresoras del siglo XX. A los 92 años fallecía María Esther Traverso —su verdadero nombre—, dejando tras de sí un legado inmenso de humor, crítica social y talento. Su voz, su ingenio y sus inolvidables personajes forman parte inseparable de la cultura popular argentina. Para muchas generaciones, Niní no fue solo una comediante: fue una observadora brillante de su tiempo, una mujer pionera que desafió los estereotipos con gracia y agudeza.

Su muerte, ocurrida en Buenos Aires, marcó el final de una era. Pero su influencia continúa viva, no solo en quienes crecieron escuchándola y viéndola, sino también en artistas que la reconocen como precursora y referente ineludible del humor con contenido.

La invención de un estilo

Nacida el 1 de junio de 1903, en el barrio de Caballito, Niní Marshall se formó en un hogar de clase media donde la lectura y la expresión artística eran valoradas. Desde joven demostró una aguda sensibilidad para captar los matices del habla popular y una extraordinaria capacidad para la imitación, la observación y la creación de personajes.

Su carrera profesional comenzó en la radio, medio en el que desplegó su genio a través de una galería de figuras que representaban los diferentes sectores de la sociedad argentina. De esa etapa surgen sus dos personajes más icónicos: Cándida, la gallega inmigrante, ingenua y laboriosa, y Catita, la porteña deslenguada de clase baja, con acento italiano y una lógica imbatible. A través de ellas, Niní no solo hacía reír: también retrataba con ironía la diversidad cultural y las tensiones sociales de un país en transformación.

Fue una maestra en la creación de tipos populares, con una enorme ductilidad para las voces, los gestos y los modismos. Su humor, lejos de burlarse del pueblo, lo retrataba con empatía y con una inteligencia poco común en una época donde las mujeres tenían un lugar secundario en los medios.

Estrella del cine nacional

En la década de 1940, el éxito de sus personajes radiofónicos se trasladó al cine. Participó en más de una docena de películas que hoy son clásicos del cine argentino: Hay que educar a Niní (1940), Divorcio en Montevideo (1943), Casamiento en Buenos Aires (1940), Luna de Miel en Río (1940), Carmen (1943) y Mosquita muerta (1946), entre otras.

Estas comedias no eran meros vehículos de entretenimiento: a través de sus personajes, Niní Marshall hablaba de las mujeres, de los migrantes, de las clases populares y de las tensiones de género, todo con un humor fino y una profundidad que solo con el tiempo fue plenamente reconocida.

Censura y exilio

Su éxito, sin embargo, no estuvo exento de conflictos. En 1943, con la llegada al poder de un gobierno militar nacionalista y conservador, fue censurada por «deformar el lenguaje». Sus personajes, basados en acentos y formas de hablar populares, fueron considerados ofensivos por una moral oficial que no supo comprender el carácter crítico y afectuoso de su humor.

Ante la censura, Marshall partió al exilio en México, donde continuó trabajando y recibió el reconocimiento que se le negaba en su país. Recién regresó a la Argentina después de la caída del peronismo, en los años 50.

Regreso, teatro y televisión

De vuelta en su país, Niní Marshall encontró nuevos formatos para brillar. Participó en programas de televisión, colaboró con jóvenes artistas y montó espectáculos teatrales como el célebre Y… se nos fue redepente, un unipersonal donde revivía a sus personajes más famosos y demostraba que su talento seguía intacto.

Se retiró de la actuación a comienzos de los años 80, consagrada como una figura mítica del espectáculo argentino. Recibió el cariño del público y numerosos homenajes, aunque muchos críticos señalan que la verdadera dimensión de su obra fue reconocida con retraso.

Un legado imprescindible

Niní Marshall no solo abrió camino para las mujeres en la comedia —en un ámbito dominado por hombres— sino que elevó el humor a una forma de crítica social y análisis cultural. Fue una de las primeras en reírse con el pueblo, no del pueblo, y en visibilizar, con ternura y agudeza, la riqueza lingüística y social de la Argentina urbana.

En sus personajes convivían el absurdo y la lucidez, la caricatura y la poesía, la risa y la denuncia. Su arte no envejeció: aún hoy, muchos de sus monólogos y sketches conservan vigencia y despiertan tanto risas como admiración.

Un adiós lleno de gratitud

El 18 de marzo de 1996, al conocerse su fallecimiento, la reacción fue unánime: Argentina despedía a una leyenda. Se multiplicaron los homenajes, las funciones especiales y los testimonios de artistas que reconocían en Niní a una verdadera pionera.

Su humor, su inteligencia, su arte y su amor por el lenguaje popular dejaron una huella que trasciende generaciones. Niní Marshall fue única. Y aunque se nos fue «redepente», su voz, sus gestos y su risa siguen viviendo en la memoria colectiva de un país que, cada vez que la recuerda, vuelve a sonreír.

marzo 18, 2025