Un día como hoy, el 21 de mayo de 1903, nacía en la ciudad de Río Cuarto, en la provincia de Córdoba, el político y militar Pedro Eugenio Aramburu, una de las figuras más influyentes —y también más polémicas— de la historia política argentina del siglo XX. Su rol en la llamada Revolución Libertadora, su breve paso por la presidencia de facto, y su trágico final a manos de la organización Montoneros en 1970, lo convierten en un personaje central para comprender la complejidad de la política nacional durante una etapa de fuertes tensiones ideológicas y sociales.

De Río Cuarto a la cúpula militar

Pedro Eugenio Aramburu ingresó desde joven al Colegio Militar de la Nación, donde inició una carrera castrense que lo llevaría, con el tiempo, a convertirse en general del Ejército Argentino. Su formación técnica, su estilo austero y su adhesión a las ideas institucionalistas lo posicionaron como un cuadro respetado dentro del ámbito militar.

Sin embargo, fue tras la caída del gobierno constitucional de Juan Domingo Perón en 1955, que Aramburu pasaría al primer plano de la escena nacional.

La Revolución Libertadora y el gobierno de facto

El 16 de septiembre de 1955, un sector de las Fuerzas Armadas derrocó al presidente Perón. Inicialmente, el mando del nuevo gobierno fue asumido por el general Eduardo Lonardi, pero su postura conciliadora hacia el peronismo provocó tensiones internas. Apenas dos meses después, en noviembre de ese mismo año, Pedro Eugenio Aramburu lo reemplazó como presidente de facto, con una línea mucho más dura.

Durante su presidencia, que se extendió hasta mayo de 1958, se impulsaron medidas tendientes a “desperonizar” el aparato estatal: se proscribió al peronismo, se disolvió el Partido Justicialista, se anularon leyes impulsadas por el gobierno depuesto y se prohibieron incluso símbolos y canciones vinculadas al movimiento.

Al mismo tiempo, se restauró la Corte Suprema, se llamó a elecciones (aunque con el peronismo proscripto), y se inició una transición institucional que culminaría con la asunción de Arturo Frondizi en 1958.

Una figura controversial

Aramburu es recordado tanto por su papel en la institucionalización posterior al golpe de 1955 como por las decisiones autoritarias tomadas durante su mandato. Su figura genera interpretaciones dispares: mientras algunos lo consideran un defensor de la legalidad republicana frente al autoritarismo peronista, otros lo ven como símbolo de la represión política y la proscripción de una parte importante del electorado argentino.

Una de las manchas más oscuras de su gestión fue la ejecución sumaria del general Juan José Valle y otros militares y civiles sublevados en junio de 1956, en lo que se conoce como los fusilamientos clandestinos de José León Suárez, luego documentados por Rodolfo Walsh en su célebre obra Operación Masacre.

Su secuestro y asesinato

Ya retirado de la vida política activa, Aramburu fue secuestrado el 29 de mayo de 1970 por un comando de la organización Montoneros, en el marco de un operativo bautizado “Justicia por mano propia”. El grupo lo acusaba de traición, represión y responsabilidad en los fusilamientos de 1956. Tres días después, su cuerpo fue hallado sin vida en la localidad de Timote, en la provincia de Buenos Aires.

Ese crimen marcó un punto de inflexión en la violencia política de los años 70 y anticipó una escalada de enfrentamientos armados y represión estatal que se profundizaría en los años siguientes.

Una figura de su tiempo

A 122 años de su nacimiento, la figura de Pedro Eugenio Aramburu sigue generando debate en el ámbito académico, político y social. Su vida encarna muchas de las tensiones propias de la Argentina del siglo XX: las luchas entre autoritarismo y democracia, entre populismo y antiperonismo, entre orden militar y legitimidad popular.

La historia lo recuerda como un actor protagónico de una etapa conflictiva y determinante en la conformación de la Argentina moderna, y su legado, aún hoy, continúa siendo objeto de reflexión y controversia.

mayo 21, 2025