El panorama económico argentino comienza a mostrar señales alentadoras, aunque con ciertas dificultades que persisten en el mediano plazo. Según los últimos datos oficiales y las proyecciones de especialistas, el índice general de inflación para el mes de julio podría cerrar por debajo del 4%, mientras que la inflación núcleo, que excluye los precios regulados y los movimientos estacionales, se situaría por debajo del 3%. Este descenso inflacionario, aun lento y progresivo, aporta cierto alivio a los salarios y genera expectativas positivas sobre la dinámica del consumo y la demanda crediticia.
Uno de los indicadores más destacados en las últimas semanas fue la recuperación de los ingresos reales divulgada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC). Para mayo, se registró un incremento salarial promedio del 8,5%, cifra que prácticamente duplica la inflación mensual de ese mes, que había sido de 4,2%. Lo más notable fue la mejora en los ingresos de los trabajadores informales, quienes experimentaron un aumento del 11,8% respecto al mes anterior. Este dato es particularmente relevante porque sugiere una expansión de los ingresos en sectores que suelen ser más vulnerables y menos protegidos por mecanismos formales de actualización salarial.
La recuperación salarial se refleja también en algunos indicadores de consumo. Por ejemplo, las ventas en supermercados durante mayo mostraron un aumento del 3,9%. Aunque el dato es positivo, la comparación interanual revela que todavía existe una caída de casi un 10%, lo que evidencia que la recuperación es parcial y que aún queda un camino por recorrer para volver a los niveles predecesores a la crisis.
El análisis sectorial de la economía presenta ciertas disparidades. Si bien muchos especialistas coinciden en que el punto más bajo de la actividad se habría tocado entre marzo y abril, existen sectores, especialmente algunos rubros industriales, que aún experimentan retrocesos más profundos. Sin embargo, la caída en la inflación empieza a mostrar su cara más favorable, permitiendo que, de a poco, se recupere el poder adquisitivo de los salarios. Este proceso, no obstante, es lento y deberá ser cuidadosamente monitoreado para evaluar su sostenibilidad. La abrupta caída en los ingresos reales tras la fuerte devaluación de diciembre pasado implica que la recuperación hacia niveles previos llevará tiempo, lo mismo que la reactivación total de la actividad económica. Las expectativas apuntan a que la economía comenzaría a mostrar una mejora más consistente durante el segundo semestre de este año, aunque el retorno a los niveles de actividad previos a la recesión recién podría ocurrir en la primera mitad de 2025.
Proyecciones y expectativas para la inflación
Los principales institutos de análisis económico mantienen proyecciones alentadoras respecto a la evolución de la inflación para julio. Según estimaciones de Econométrica, la inflación general estaría en torno al 4%, o incluso podría ubicarse por debajo de este umbral. Se espera, por ejemplo, un aumento del 3% en los precios de alimentos y bebidas, pese al impacto de las heladas recientes que afectaron la producción de frutas y verduras.
En respuesta a estos indicadores, el Gobierno ha puesto en marcha la denominada “Fase 2” del plan económico, cuyo objetivo principal es eliminar todas las fuentes de emisión monetaria innecesaria para evitar presiones inflacionarias adicionales. Sin embargo, el Banco Central ha señalado que la base monetaria sí experimentará un crecimiento en el segundo semestre, en consonancia con el aumento previsto en la demanda de dinero. Esto significa que, aunque se limita la expansión monetaria descontrolada, se espera que la recuperación económica cuente con una mayor cantidad de pesos en circulación y un impulso al crédito, apoyado además por tasas de interés más bajas.
Este escenario favorece una mejora en la capacidad de consumo de las familias y la demanda crediticia. En el último mes, los préstamos al sector privado han mostrado un crecimiento notable del 19,5%, con los créditos personales alcanzando un aumento del 21%. La reducción en la necesidad de financiamiento del sector público, debido al superávit fiscal, está permitiendo que los bancos vuelquen su liquidez excedente hacia el sector privado, particularmente hacia las familias, mientras que el acceso al crédito para las empresas aún es más limitado.
El frente externo: reservas, cepo y negociación con el FMI
Uno de los mayores desafíos para la estabilidad económica y el sostenimiento del incipiente repunte en consumo y actividad es la delicada situación de las reservas internacionales del Banco Central. A pesar de mantener superávit gemelos – fiscal y comercial –, las reservas netas continúan siendo negativas. Se estima que en los próximos meses el déficit de reservas podría situarse entre 5.000 y 7.000 millones de dólares, un nivel preocupante que condiciona la política cambiaria y la posibilidad de flexibilizar el control de cambios.
En este contexto, el Gobierno espera compensar parcialmente la salida de divisas a través de un blanqueo de capitales, aunque las expectativas de grandes ingresos por esta vía son bajas. Además, se aguardan desembolsos de préstamos comprometidos por organismos multilaterales para aliviar la presión sobre las reservas. Es importante destacar que en lo que va del año el Estado argentino ha sido pagador neto a multilaterales por más de mil millones de dólares.
Desde el Ministerio de Economía son optimistas y aseguran que a partir de agosto y septiembre comenzarán a ingresar divisas que permitirán revertir esta situación, además de que se cumplirán sin inconvenientes con las metas de acumulación de reservas pactadas con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, esta estabilidad sigue estando muy condicionada a la evolución de las negociaciones con el organismo multilateral y a la capacidad del país para mantener las políticas de ajuste acordadas.
Respecto al control de cambios, el Gobierno anunció recientes medidas para aliviar ciertas restricciones. Por ejemplo, se eliminó la prohibición para acceder al dólar MEP a aquellas personas que recibieron beneficios estatales durante la pandemia, aunque en la práctica esta restricción ya no se aplicaba. Más relevante fue la decisión de reducir de 120 a 60 días el plazo que tienen las empresas para liquidar las compras en dólares oficiales, un cambio que busca limitar el acceso al mercado cambiario y controlar la salida de divisas.
No obstante, persiste una importante restricción para muchas empresas que no pueden acceder al dólar oficial y deben recurrir al dólar contado con liquidación (CCL) para realizar pagos a proveedores extranjeros. Esta limitación sigue siendo un escollo clave dentro del actual esquema cambiario.
En las últimas semanas, la reunión entre Luis “Toto” Caputo, ministro de Economía, y Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI, no arrojó novedades significativas. La titular del organismo ratificó su apoyo a la Argentina pero no detalló avances sobre un nuevo acuerdo ni plazos concretos. Desde la Casa Rosada, el presidente Javier Milei indicó que la firma de un nuevo acuerdo podría concretarse a fin de año, aunque sus palabras son vistas más como un compromiso formal que una certeza inminente.
En este marco de reservas limitadas, Caputo ha apostado a reducir al máximo la brecha cambiaria a través de un estricto control monetario y la intervención directa en el mercado de dólares financieros con reservas internacionales. Se estima que ya se han utilizado cerca de 250 millones de dólares para mantener bajo control el precio del dólar contado con liquidación. Actualmente, la brecha cambiaria se estabilizó alrededor del 40%.
Diversas sociedades de bolsa han recomendado aprovechar esta coyuntura para realizar operaciones en pesos a través de instrumentos como las Lecap a largo plazo, ya que se descarta una suba de tasas y se esperan menores niveles de inflación, lo que consolidaría una tendencia bajista en los precios.
Estabilidad en los dólares financieros y expectativas a futuro
Un logro destacado de las últimas semanas fue mantener los dólares financieros prácticamente estables, pese a la volatilidad que mostraron los mercados internacionales. Un alivio en Wall Street permitió que el dólar libre cerrara en torno a los 1.445 pesos, mientras que otros tipos de dólares financieros permanecieron en niveles cercanos a 1.340 pesos, aproximadamente 100 pesos por debajo del dólar libre.
Aunque todavía resulta difícil imaginar una caída más significativa de los dólares financieros hacia niveles de 1.100 pesos, ese es el objetivo declarado por el ministro de Economía. Alcanzar esta meta abriría la puerta para una eventual salida del cepo cambiario sin provocar un salto abrupto del tipo de cambio oficial, lo que sería fundamental para la estabilidad económica.
Finalmente, toda la atención estará puesta en el discurso que dará el presidente Javier Milei en la inauguración de la Exposición Rural, su primera presentación pública en un evento de esta envergadura después de cinco años. Se espera que Milei lance un mensaje fuerte hacia el sector agropecuario y los inversores en general, en el que se comprometa a mantener el superávit fiscal, a implementar una reducción gradual de impuestos si las condiciones lo permiten, y a garantizar el pago de la deuda externa. Este compromiso está orientado a reducir el riesgo país y evitar una nueva reestructuración financiera en 2025.
En definitiva, el escenario económico argentino comienza a mostrar signos de recuperación lenta pero sostenida, con mejores ingresos para los trabajadores, una inflación que disminuye gradualmente y un crédito que se reactiva para las familias. Sin embargo, las limitaciones en el frente externo, la falta de reservas y la necesidad de avanzar en acuerdos con organismos internacionales siguen siendo desafíos clave que condicionan la marcha de la economía y la posibilidad de un crecimiento robusto y sostenido en el corto y mediano plazo.
