Luego de la contundente derrota en las elecciones primarias, el presidente Javier Milei encabezó dos reuniones con su gabinete, pero dejó en claro que no habrá modificaciones ni en su equipo ni en la dirección política de su gestión. Tal como lo había anticipado en su discurso tras conocerse los resultados, el mandatario ratificó su línea de acción y desestimó cualquier cambio de fondo.
En el entorno presidencial aseguran que no se prevén despidos ni reestructuraciones en el equipo de Gobierno, más allá de la notoria ausencia de Eduardo «Lule» Menem —uno de los operadores clave del oficialismo— en estos encuentros. Su ausencia llamó la atención, pero no se brindaron explicaciones oficiales. Pese a ello, se mantiene intacta la estructura de toma de decisiones que acompaña a Milei desde el inicio de su gestión.
Como una forma de relanzar su estrategia política, el Gobierno anunció la creación de una «mesa nacional», una instancia de coordinación política y electoral que, sin embargo, estará conformada por los mismos dirigentes que ya integran el círculo más cercano al Presidente. Es decir, se trata más de un cambio de nombre que de un verdadero recambio en el equipo o en la metodología de conducción.
El oficialismo reconoce internamente el golpe que significó el resultado de las elecciones, especialmente en la provincia de Buenos Aires, donde Milei quedó muy lejos de alcanzar el caudal electoral que esperaba. A pesar de ello, el Presidente insiste en que su programa económico y político debe seguir sin alteraciones.
Dentro de esta nueva fase, el Gobierno se propone retomar el diálogo con los gobernadores provinciales —algo que había quedado relegado en los últimos meses—, con el objetivo de reconstruir puentes y mejorar el clima político. También se anticipa una ampliación del equipo de campaña en la provincia de Buenos Aires, con el propósito de fortalecer la presencia de La Libertad Avanza de cara a las elecciones generales.
A pesar de los malos resultados, en la Casa Rosada consideran que aún hay margen para recuperarse y que el oficialismo puede reconquistar parte del apoyo perdido si logra mejorar la comunicación de sus políticas y exhibir resultados concretos en materia económica.
En síntesis, el Gobierno opta por la continuidad: no habrá autocrítica profunda, ni cambios en los nombres principales, ni giros estratégicos. La apuesta es sostener el rumbo y confiar en que la ciudadanía valorará la persistencia en las ideas frente a los vaivenes políticos.
