El turismo internacional se ha convertido en una de las áreas más desequilibradas de la economía argentina. Según datos oficiales publicados por el INDEC correspondientes al mes de agosto, el número de argentinos que viajaron al exterior fue casi el doble del de turistas extranjeros que ingresaron al país. Esta diferencia no solo se traduce en una pérdida de visitantes, sino también en un importante egreso de divisas.
En cifras, los residentes argentinos gastaron un total de 619 millones de dólares en el extranjero, mientras que los visitantes internacionales que llegaron al país apenas dejaron 247 millones de dólares. Esto implica un déficit de 372 millones de dólares en la balanza turística de ese mes. Además, en términos de flujo de personas, el saldo fue negativo en casi 700 mil viajeros, es decir, ese fue el número neto de argentinos que salieron del país por turismo en comparación con los extranjeros que ingresaron.
Esta situación revela una tendencia que se viene consolidando a lo largo del 2025: cada vez más argentinos eligen vacacionar o hacer turismo de compras fuera del país, mientras que la llegada de turistas internacionales no logra recuperarse del todo y, en algunos casos, incluso retrocede.
El informe del INDEC señala que durante agosto, el turismo emisivo (es decir, el de residentes argentinos que viajan al exterior) creció un 55,4% en comparación con el mismo mes del año anterior. En contraste, el turismo receptivo (extranjeros que ingresan al país) cayó un 5% interanual. Estos números marcan un retroceso para la economía argentina, ya que el turismo internacional suele ser una fuente clave de ingresos por divisas.
El fenómeno tiene múltiples explicaciones. Por un lado, el tipo de cambio oficial y las brechas cambiarias siguen haciendo poco competitivo el turismo receptivo: para muchos extranjeros, especialmente de países limítrofes, visitar Argentina ya no resulta tan barato como lo era años atrás. Por otro lado, para los argentinos con capacidad de ahorro o ingreso en moneda dura, viajar al exterior se vuelve relativamente accesible, especialmente en destinos cercanos como Brasil, Uruguay, Chile o incluso Europa en temporada baja.
Además, los gastos realizados por los argentinos en el exterior impactan directamente en las reservas de divisas del país, que ya están en niveles comprometidos. El turismo emisivo representa así una fuga de dólares constante, que agrava los problemas macroeconómicos. Al mismo tiempo, la caída del turismo internacional reduce el ingreso de moneda extranjera, debilitando aún más las finanzas externas.
Desde el sector turístico nacional, operadores y empresarios vienen reclamando mayores incentivos para atraer visitantes extranjeros, como campañas de promoción internacional, acuerdos bilaterales y flexibilización de requisitos migratorios. También piden medidas para mejorar la competitividad de los servicios turísticos locales, que enfrentan costos elevados y escasa rentabilidad.
Mientras tanto, las estadísticas confirman que la Argentina se encuentra perdiendo terreno como destino turístico internacional, al mismo tiempo que se consolida como un país emisor de viajeros. La tendencia no solo genera preocupación en términos económicos, sino también en cuanto a la sostenibilidad de una industria que emplea a miles de personas en todo el país.
La balanza turística negativa es, por tanto, otro de los factores que presionan sobre las cuentas externas y que ponen en evidencia las dificultades estructurales que enfrenta el país para generar y retener divisas. Si esta dinámica se mantiene, el turismo podría pasar de ser una fuente potencial de ingreso de dólares a convertirse en un nuevo foco de desequilibrio para la economía argentina.