Un grupo de diputados de La Libertad Avanza decidió tomarse un recreo legislativo y pegarse una vuelta por el penal de Ezeiza. Pero no fue cualquier visita. Fueron a ver a algunos de los personajes más oscuros de la historia argentina reciente: represores condenados por delitos de lesa humanidad como Alfredo Astiz, Adolfo Donda, Antonio Pernías y Raúl Guglielminetti. La visita, que se organizó con auto oficial del Congreso y todo, se transformó en un escándalo nacional. Y ahora, todos los que fueron están tratando de despegarse como si nunca hubieran pisado la cárcel.

Los protagonistas de esta historia son varios, pero los nombres que más han resonado son los de Rocío Bonacci y Lourdes Arrieta, dos diputadas de LLA que pasaron de apoyar con entusiasmo el viaje a victimizarse por haber sido «engañadas».

Primero fue Bonacci la que rompió el silencio. Dijo que ella no tenía idea de que iban a ver a genocidas, que creyó que era una visita humanitaria para conocer las condiciones del penal y que, si fue, fue porque confiaba en un colega que le aseguró que la movida tenía el visto bueno del mismísimo Martín Menem, presidente de la Cámara de Diputados. Y si eso fuera poco, también deslizó que la iniciativa venía con un OK de la Casa Rosada. Como quien dice: «Yo no sabía nada, pero igual fui porque parecía todo legal».

La jugada de Bonacci dejó mal parados a sus compañeros, especialmente al organizador del paseo, el diputado Beltrán Benedit, que no solo pidió el auto oficial, sino que, después de la visita, se jactó en un grupo interno de WhatsApp: «Si hoy todos nosotros estamos libres y en paz es porque hace 50 años nuestras Fuerzas Armadas se jugaron el cuero y la vida contra el terrorismo.» Un delirio.

Pero la novela no terminó ahí. A los pocos días, Lourdes Arrieta, diputada mendocina conocida por ir al Congreso con un patito amarillo en la cabeza (sí, literal), también quiso salvar su pellejo. En declaraciones públicas, aseguró que ella no sabía ni quién era Astiz, que había nacido en 1993 y que se enteró recién después de la visita con quién había estado charlando. «Los tuve que googlear cuando salí del penal», dijo sin sonrojarse. Y como si eso no alcanzara, se despachó con un: «Los repudio completamente.»

¿La parte más insólita? Que apenas dos semanas antes, Arrieta había escrito en ese mismo grupo de WhatsApp que la motivaba el deseo de conocer «la verdad de primera mano», y que durante 20 años le habían contado una versión sesgada de la historia. Incluso citó el mantra de los organismos de derechos humanos para darle su propio giro: «Memoria, Verdad y Justicia; no Venganza.»

La doble vara quedó servida. En privado, entusiasta por la excursión a Ezeiza. En público, confundida, indignada y supuestamente manipulada por sus compañeros. “Fue una estafa”, llegó a decir sobre su propio bloque.

Pero la historia de Arrieta tiene más capas. Además de ser diputada, es hija de un militar: Tomás Arrieta, quien según el Centro de Ex Combatientes de Malvinas de La Plata fue investigado por violaciones a los derechos humanos. Y como si eso fuera poco, integra la Comisión de Defensa, y un día antes de la visita al penal se reunió con Luis Petri, ministro que ya había mandado emisarios a otras unidades penitenciarias donde están presos represores. ¿Casualidad? Poco probable.

Mientras tanto, el escándalo sacudió fuerte las estructuras de La Libertad Avanza. La interna se calentó y las diputadas Arrieta y Bonacci quedaron aisladas. Ninguna participó de la reunión de bloque posterior al estallido mediático. En esa reunión, la bronca contra Bonacci fue tal que algunos llegaron a decir: «Está en la cuerda floja, ¿cómo sale a decir eso?»

Desde la oposición, Unión por la Patria no perdió el tiempo y ya impulsa la creación de una comisión investigadora para esclarecer lo ocurrido. Aunque algunos en LLA ahora quieran disfrazar la excursión como un malentendido, las fotos, los mensajes y las contradicciones pintan otro panorama.

La realidad es que el viaje a Ezeiza no fue un simple error de agenda ni una visita institucional inocente. Fue un acto político. Y como suele pasar, cuando el costo político llega, todos corren a buscar una coartada.

Algunos dicen que la historia la escriben los que ganan. Pero también la desfiguran los que no quieren pagar el costo de haber elegido mal con quién posar para la foto.

agosto 1, 2024