Argentina marca un nuevo hito en la medicina oncológica con la puesta en marcha del uso clínico de Vaccimel, una vacuna terapéutica destinada a personas que ya han sido diagnosticadas con melanoma cutáneo en etapas tempranas. Tras más de tres décadas de investigación continua, este desarrollo científico —gestado íntegramente en instituciones públicas del país— comenzó a aplicarse oficialmente en el Hospital de Oncología María Curie, convirtiéndose en la primera terapia celular de su tipo aprobada para los estadios IIB, IIC y IIIA de esta enfermedad.
La vacuna, concebida inicialmente en el laboratorio dirigido por el reconocido investigador José Mordoh, científico superior del CONICET y referente en la oncología nacional, demuestra que la ciencia argentina puede sostener proyectos de largo plazo hasta llevarlos a la práctica clínica. El trabajo conjunto entre el CONICET, la Fundación Instituto Leloir y el Laboratorio Pablo Cassará permitió transformar décadas de investigación básica y ensayos clínicos rigurosos en un tratamiento disponible para pacientes reales.
Un tratamiento para quienes ya presentan la enfermedad
A diferencia de las vacunas tradicionales asociadas a la prevención de patologías infecciosas, Vaccimel pertenece a la categoría de vacunas terapéuticas: está diseñada para pacientes que ya padecen melanoma. Su objetivo es reforzar y diversificar la respuesta inmunológica, estimulando al organismo a producir linfocitos capaces de identificar y destruir células tumorales residuales luego de una cirugía o de un primer abordaje terapéutico.
La investigadora Marcela Barrio, una de las integrantes clave del equipo desarrollador, lo explicó con claridad: la vacuna “no busca evitar que aparezca el melanoma, sino que ayuda a combatirlo una vez diagnosticado, promoviendo la generación de glóbulos blancos capaces de eliminar las células malignas”. De acuerdo con los ensayos clínicos, el tratamiento mostró un nivel de eficacia del 72,8%, superando ampliamente los resultados obtenidos con las terapias convencionales para estos estadios de la enfermedad.
Beneficios respecto de los tratamientos tradicionales
Uno de los aspectos más valorados por el equipo médico es el perfil de seguridad de la vacuna. Mientras que los tratamientos utilizados habitualmente —como la quimioterapia, la radioterapia o anticuerpos monoclonales— suelen generar efectos adversos significativos, especialmente en pacientes que parecen estar libres de tumor tras la cirugía inicial, Vaccimel se destaca por producir únicamente reacciones locales leves y transitorias.
Barrio enfatizó que la baja toxicidad y la posibilidad de que los pacientes continúen con su vida cotidiana sin interrupciones marcadas representa una diferencia sustancial respecto de las opciones terapéuticas existentes. Además, la vacuna puede combinarse sin inconvenientes con otros tratamientos indicados en las fases tempranas del melanoma, lo que amplía su potencial de uso clínico.
Dónde se aplica y cómo acceder
El Hospital de Oncología María Curie, ubicado en la Ciudad de Buenos Aires, se convirtió en el primer centro autorizado para administrar Vaccimel. Allí trabaja un equipo especializado en melanoma que se encarga de evaluar qué pacientes cumplen con los criterios de inclusión necesarios para recibir este tratamiento innovador. Los oncólogos de centros de todo el país pueden derivar casos o solicitar orientación directamente al equipo del hospital, que también actúa como nexo para la gestión con obras sociales y sistemas de salud.
La disponibilidad de la vacuna irá aumentando progresivamente a medida que la producción avance, aunque por el momento su aplicación está limitada a instituciones especializadas con personal entrenado.
Un logro sostenido por la ciencia pública
El desarrollo de Vaccimel es un ejemplo paradigmático del rol estratégico que desempeña el sistema científico argentino. El proyecto se sostuvo gracias a años de financiamiento estatal destinado a salarios de investigadores, becas de formación, subsidios para laboratorios y apoyo de organismos públicos como la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y el Instituto Nacional del Cáncer. Incluso la tramitación de patentes y la continuidad de las líneas de investigación dependieron en buena parte de estos aportes.
Barrio remarcó que alcanzar un avance biomédico de esta envergadura solo es posible cuando existe un respaldo sostenido en el tiempo: “Un proyecto que atraviesa generaciones de investigadores requiere continuidad, compromiso y recursos constantes. El Estado fue clave para que esto no quedara solo en una idea o en un ensayo preliminar”.
Mordoh y su equipo consideran que este hito no solo amplía las posibilidades terapéuticas para los pacientes con melanoma en sus primeras etapas, sino que también posiciona a Argentina en el mapa internacional de la innovación oncológica. La vacuna representa la culminación de décadas de trabajo que comenzaron como una hipótesis de laboratorio y que hoy, tras un largo camino, se traducen en una herramienta concreta para mejorar la calidad de vida de las personas afectadas por esta enfermedad.
