El reciente episodio ocurrido en el Congreso de la Nación volvió a encender el debate sobre la desinformación vinculada a las vacunas. Durante una actividad organizada por la diputada chaqueña del PRO Marilú Quiróz, un participante subió al escenario, se quitó la remera y comenzó a adherirse imanes y pequeños objetos metálicos en distintas partes del cuerpo. Su intención era, según afirmó, demostrar que las vacunas aplicadas durante la pandemia de COVID-19 “magnetizan” el organismo. La escena, rápidamente difundida en redes sociales, generó alarma y desconcierto en algunos sectores del público, pero también motivó una respuesta inmediata de la comunidad científica, que aclaró que lo sucedido no tiene relación alguna con procesos biológicos relacionados con la vacunación.
De acuerdo con especialistas consultados por el medio de verificación Chequeado, el fenómeno observado responde a principios físicos simples, muy conocidos y estudiados, y que nada tienen que ver con la presencia de materiales magnéticos en el cuerpo humano. En realidad, lo que provoca que ciertos objetos queden adheridos momentáneamente a la piel es la tensión superficial, combinada con otros factores como la humedad natural, la presencia de sudor o aceites corporales y la textura relativamente lisa y tibia de la piel.
Los científicos explican que la piel humana está recubierta por una capa de lípidos y agua que actúa como una membrana flexible pero cohesiva. Esta fina película puede generar suficiente fricción y adhesión para mantener pegados objetos livianos, independientemente de que sean metálicos, plásticos o incluso de vidrio. En otras palabras, no se necesita ningún tipo de magnetismo para que un objeto pequeño quede adherido por unos segundos, especialmente si la persona inclina el cuerpo ligeramente o si la superficie del objeto está seca y plana.
María Noelia Lardizábal, doctora en Ciencias Biológicas, remarcó que se trata de un fenómeno absolutamente común que puede observarse tanto en personas vacunadas como en quienes no han recibido ninguna dosis. Según explicó, el efecto desaparece inmediatamente si se aplica talco, porque este polvo elimina la humedad y altera la tensión superficial, impidiendo que el objeto se adhiera. Este simple experimento basta para demostrar que no existe un componente magnético involucrado.
Durante la pandemia, tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos reiteraron en numerosas ocasiones que las vacunas autorizadas pasaron por estrictos controles de seguridad. También aclararon que los inmunizantes no contienen metales pesados ni sustancias capaces de generar campos magnéticos. Incluso en una hipótesis absurda en la que se inyectara una partícula magnética, la cantidad sería tan ínfima que resultaría imposible producir un efecto perceptible en la piel, como señaló el físico Alberto Nájera.
El evento que desató la polémica
La actividad organizada por la diputada Quiróz tuvo lugar en el Anexo A de Diputados y fue autorizada por el presidente de la Cámara, Martín Menem. La decisión generó preocupación en sociedades médicas y especialistas en salud pública, que habían advertido previamente sobre el impacto negativo que podía tener un evento de estas características en un país donde las tasas de vacunación infantil se encuentran en el nivel más bajo de las últimas décadas.
Apenas iniciado el encuentro, el auditorio se transformó en un espacio de difusión de teorías desacreditadas y argumentos sin sustento científico. No se presentaron datos verificables ni estudios revisados por pares, sino relatos personales tomados de videos en redes sociales y afirmaciones conspirativas sobre supuestos efectos de las vacunas. Lejos de promover un debate informado, la actividad se convirtió en un escenario donde se repitieron narrativas que ya han sido refutadas por la evidencia disponible.
Diversos especialistas en salud pública señalaron que este tipo de eventos, realizados dentro de una institución oficial y con aval parlamentario, contribuyen a debilitar la confianza de la población en las políticas de vacunación. En un contexto en que las coberturas vacunales disminuyen y resurgen enfermedades prevenibles, advierten que la difusión de información falsa puede tener consecuencias reales sobre la salud colectiva.
Lejos de tratarse de un fenómeno misterioso o de una supuesta prueba contra las vacunas, el episodio del “hombre imantado” no fue más que una demostración involuntaria de cómo la manipulación de un efecto físico normal puede convertirse en un argumento engañoso cuando se utiliza fuera de contexto. La comunidad científica insiste en que la desinformación no solo confunde, sino que también erosiona años de trabajo en prevención sanitaria.
