La tragedia que azotó Bahía Blanca la madrugada del 9 de marzo es, ante todo, un cúmulo de relatos personales que revelan el dolor de perderlo todo. Las familias que vieron cómo el agua invadía sus hogares, llevándose recuerdos, objetos cotidianos y hasta la esperanza, siguen en shock ante el abandono de las autoridades y la desbordante fuerza de la naturaleza. Sin embargo, más allá del impacto, la solidaridad de los vecinos ha sido el único rescate tangible ante una situación que los dejó completamente desprotegidos.

La ciudad de Bahía Blanca, conocida por su tranquilidad y su vida urbana pujante, fue testigo de una catástrofe natural sin precedentes. En solo unas horas, lo que era un día normal se convirtió en una pesadilla de inundaciones masivas que afectaron a miles de personas. Testimonios como los de los propios vecinos muestran un escenario de desesperación, en el que la falta de recursos y el nulo acompañamiento por parte del gobierno local y nacional han dejado a la población prácticamente desprotegida.

La desesperación del agua que no dio tregua

Virginia, una vecina del barrio, relató con angustia cómo el agua subió hasta cubrir su techo. «Fue terrible, no nos dio tiempo a nada. Mi calle era como un río y subió hasta la altura del techo de mi casa por dos horas», comentó, mientras su voz temblaba al recordar el caos. Para ella, la ausencia de un plan de emergencia resultó devastadora. «Nunca había pasado en este barrio un hecho de estas características. No había forma de llamar a nadie para que nos vengan a sacar. La única ayuda que vamos a tener es la de la familia y los amigos, porque si dependemos del gobierno nacional, estamos fritos», aseguró.

Juan, otro vecino de Bahía Blanca, compartió con la prensa cómo vivió la tragedia desde su hogar. A tan solo una cuadra del canal Maldonado, vio cómo el arroyo literalmente invadía su casa. «Lo que más me impactó fue ver cómo el arroyo se metió dentro de mi casa», relató, visiblemente afectado. A pesar de haber logrado subir al techo para escapar del agua, su mayor preocupación ahora es si podrá recuperar sus pertenencias. «Estoy rezando para que la heladera funcione», expresó, mientras se lamentaba por la falta de atención de las autoridades. «No vi a nadie viniendo a consultar, ni funcionarios ni autoridades. Necesitamos ayuda ya», exclamó.

Pérdidas materiales y humanas

María, otra vecina de la ciudad, relató cómo la tragedia destruyó su negocio de repostería, que había construido con esfuerzo a lo largo de los años. «Me arruinó, esto me arruinó», dijo, entre lágrimas. «Perdí 70 baldes de dulce de leche, una partida de chocolate que costó 13 millones de pesos y 200 bolsas de harina que están empapadas. Además, los saqueos de algunos comercios durante la noche no hicieron más que aumentar la desesperación». La furia de la tormenta, unida a la ausencia de control policial, desató también una ola de saqueos que dificultó aún más la situación.

Ricardo, mientras luchaba contra el agua que seguía ingresando a su casa, relató la angustia de tratar de detener el avance del agua con lo que tenía a mano. «Me paré sobre una silla y empujaba la puerta para que no entre tanta agua», dijo, cansado. Mientras tanto, María Adriana también compartió su tristeza por perder su comercio de libros religiosos y objetos de santería. «Me destrozó, no se salvó casi nada, casi toda la bibliografía quedó irrecuperable», comentó con pesar.

El desastre ocasionado por decisiones erróneas

Raúl y María Emilia, dos de los tantos afectados por la inundación, expresaron su indignación por la falta de acción de las autoridades. «Estamos sacando basura desde la madrugada porque un ‘inteligente’ de los funcionarios cerró las compuertas del parque, lo que hizo que el agua se desbordara hacia el centro de la ciudad», reclamó Raúl. Por su parte, María Emilia lamentó profundamente la pérdida de su hogar, construido con años de sacrificio. «Ahora perdimos todo», se quejó, visiblemente frustrada. «No he visto a ningún político; están solo para las elecciones, nada más».

Fernando, otro vecino de la zona, relató cómo encontró su auto estrellado contra un poste debido al avance del agua. «No puedo sacarlo porque estoy sacándole agua a mi auto, está todo lleno de barro. Nunca viví algo así», dijo, mientras recordaba cómo la lluvia empezó a caer durante la madrugada. «El agua me llegó hasta la cintura, y le agradezco a mi vecina que me dejó subir a su techo. Si no, no sé si la cuento», recordó, haciendo eco de la desesperación que vivieron muchas personas esa noche.

Evacuaciones y la falta de recursos

Mariela, quien escapó con sus tres hijos menores de edad, se encontraba en el refugio del Dow Center, el centro de evacuados de la ciudad. «Nos fuimos porque con los chicos no teníamos alternativas, pero tenemos que volver a casa porque no sabemos con qué nos vamos a encontrar», dijo, con una mezcla de desesperación y resignación. Otros evacuados como una vecina del barrio Evita, también compartieron sus relatos de angustia. «El agua me llegó hasta aquí», comentó, señalándose la altura del pecho, «una vecina estuvo a punto de ahogarse. Le empezó a entrar agua cada vez más alto, y la puerta de su casa se le trabó. Al final, un vecino la ayudó a salir, pero fue un drama», explicó.

La situación se vuelve más grave a medida que avanza el día, con más testimonios de vecinos que se sienten abandonados por el Estado. La falta de respuesta inmediata por parte de las autoridades ha sido uno de los reclamos más constantes en estos primeros momentos de la catástrofe. Los afectados denuncian que, además de la falta de prevención, el gobierno nacional, bajo la gestión de Javier Milei, no ha enviado ayuda suficiente para paliar la tragedia. Esta no es la primera vez que Bahía Blanca sufre una inundación masiva sin una respuesta adecuada por parte de las autoridades: en diciembre de 2023, otro episodio de lluvias intensas también dejó a la ciudad en crisis, con una escasa presencia estatal.

La ausencia del Estado y las promesas incumplidas

En medio del desborde, los vecinos de Bahía Blanca han levantado su voz para exigir una respuesta inmediata. La ausencia de medidas preventivas y la falta de recursos para enfrentar la emergencia están siendo fuertemente cuestionadas. Muchos de los testimonios coinciden en señalar que el Estado no ha tomado las precauciones necesarias para evitar que la tragedia se repitiera. «Esto no se va a resolver solo con promesas», afirmaron varios de los testimonios recogidos. Los afectados insisten en que no solo necesitan ayuda material, sino también respuestas claras sobre las políticas de prevención y reconstrucción que prometen, pero que, en la práctica, parecen no llegar nunca.

Con una ciudad devastada, los vecinos no solo enfrentan la tragedia de perderlo todo, sino también el desafío de reconstruir sus vidas en un contexto donde la indiferencia parece ser la única constante. Bahía Blanca, por ahora, no cuenta con un rescate institucional. Son las personas, las familias y la solidaridad entre ellos los que siguen manteniendo la esperanza a flote.

marzo 9, 2025